La alegría como acto de resistencia

Cuando la tristeza se apodera de tu vida y no tienes más motivación para crear, entonces el sistema ha ganado la partida. Cuando ya no confías en quien está al lado de ti, cuando crees que todos están mintiendo, cuando todo te parece una farsa, cuando la hipocresía social es tan aguda que tú mismx no sabes para qué estás sosteniendo esa careta, cuando odias por dentro a tus amigxs, cuando no dejas de pensar en los privilegios de lxs otrxs comparándote con ellxs, cuando te peleas con gente que está diciendo lo mismo que tú nada más por mera lucha de egos, entonces has sido derrotado. No es precisamente el capitalismo el origen o causa de todo esto que acabamos de enlistar. Si acaso sería más bien una instancia más amplia, sutil y difícil de advertir siquiera. Se trata de lo que Freud habría nombrado como «cultura».

Habría que distinguir antes que nada entre la alegría y la felicidad. La primera es una categoría ontológica, la segunda es una categoría moral. La alegría se define por una potencia de actuar, siguiendo a Spinoza. La felicidad se define por una pasividad y adaptación a la organización social reinante de cada momento. La alegría se caracteriza por la actividad permanente, la voluntad de movimiento, crítica y cuestionamiento del orden actual. La felicidad es sumisión, conformidad e incluso goce (en sentido psicoanalítico). La alegría sólo puede manifestarse como resistencia ante un sistema que exige adaptación y obediencia. La felicidad se presenta como una sonrisa hipócrita basada en egoísmo y la competencia cínica. 

En otras palabras, ésta no es una defensa de la felicidad a manera de la autoayuda/autoengaño capitalista emprendedor, individualista, egocéntrico y necio. Por un lado, hay que aceptar, en primer lugar, que la depresión, la ansiedad, el estrés, la frustración y el sentimiento de impotencia generalizado son resultado de las condiciones materiales del capitalismo y una falsa democracia que traen consigo un abandono social tremendo, una violencia inconmensurable, falta de oportunidades, etc. Es decir, son más las condiciones sociales actuales las que afectan a nuestro ser emocional, que los daños «orgánicos» o psicológicos que tengamos. Es el modo de producción y reproducción social presente el causante de muchos de nuestros padecimientos, donde claramente hay lucro por parte de la industria del yo y del entretenimiento, así como aprovechamiento de parte de los partidos políticos para colocarse como salvadores, y no se diga de los profesionales de la supuesta salud mental y fabricantes farmacéuticos, entre otros. Pero frente a todo eso, en el otro lado está la alegría como forma de contagio con lxs otrxs, como formas de establecer relaciones de distintas maneras dentro de la bruma que nos rodea. Contra el autoencierro del individuo que siente que todxs somos sus enemigxs, se levanta la posibilidad de que en la empatía, la cooperación y la apertura radical hacia lxs otrxs, exista una respuesta. Hace falta en tiempos oscuros ser capaces de ver la luz sin que sea por negación o ceguera forzada, sino porque se parte de un tamiz y una posición que permite mirar más allá de la penuria actual sin perder la vista ni la claridad. Esto es la alegría.

Hemos llegado a este momento después de una gran cantidad de etapas en la lucha anti-capitalista. Después de la caída del muro de Berlin y, con ello, la muerte oficial del binomio político mundial capitalismo/socialismo, en los años 90 del siglo pasado el sarcasmo se volvió una actitud crítica hacia el estilo de vida que planteaba la vida del consumo, sin poder salir de ella, pero tampoco disfrutándola. La contracultura de aquel momento nos llevaba a cuestionarnos a nosotrxs mismxs desde un lugar de decadencia consciente e irónica de no saber qué hacer ante ello. Estamos hablando de la juventud del momento de la anti-globalización, el zapatismo y demás movimientos no precisamente socialistas, sino «alternativos» al interior de la maquinaria capitalista (llamadas a veces también «nueva izquierda» desde mucho antes). El sarcasmo, evidentemente, no expresa otra cosa sino una melancolía profunda que, al saberse imposibilitada para la acción en un mundo donde los dados están lanzados, no le queda de otra más que la auto-burla. El sarcasmo era una táctica social y psicológica para no identificarse, o des-identificarse a través de la exageración absurda –también llamada sobre-identificación–; tan expuesta que se volvía contra sí misma. Esos tiempos ya pasaron. El neoliberalismo siguió avanzando y se encontró en el futuro con la otra pesadilla que Occidente creía haber dejado atrás para siempre: el fascismo. ¿Cómo se pudo llegar a esto? La respuesta más directa es que los extremos se alcanzan en algún momento. Así, mientras el neoliberalismo busca la desterritorialización, el fascismo es una forma de defensa del territorio a ultranza. Esto ya lo explicamos en otro texto

Hoy parece que no hay salida. Y sin embargo, vale la pena insistir, pero ¿insistir en qué?, ¿en destruir el sistema? No. Insistir en la vida. Esto no es una reseña del disco recién lanzado de Idles el año pasado, aunque quizá podría serlo. Después de la energía explosiva y bastante pesada –debido a que extraía su fuerza de la tristeza– del grunge, co-optada casi desde el principio a finales del siglo pasado, siguió una tristeza más explícita en la música; y poco más tarde, la muerte total de la fe en esta expresión artística como salvadora de la humanidad. Quizá Radiohead sería la banda representante de esta caída, como última gran banda que expresa los sentimientos melancólicos de toda una generación, como ya lo hemos expuesto en otra ocasión. Las tecnologías digitales vinieron a seccionarlo todo y dividirnos. Nos han metido en un mundo virtual donde todxs podemos efectivamente tener derecho a nuestros 5 minutos de fama cada 5 minutos, siempre y cuando alimentemos nuestras redes sociales tan continuamente como nuestro deseo de atención así lo requiera. Aisladxs en burbujas logarítmicas que sólo sirven a nuestro ego y a la especulación económica a escala global, las particular de información que compartimos en internet no son suficientes para dejar de sentirnos solxs.

La alegría como acto de resistencia no se trata más de un hedonismo o cinismo resignado tampoco, sino de una búsqueda de lxs unxs con lxs otrxs. Se trata de encontrarnos lejos de las lógicas del Estado benefactor y de las ilusiones del modo de vida aspiracional. La clase media está muerta, fracasó. Pero más allá de las clases, incluso, aún queda mucha vida. Esta tampoco es una reseña del libro Spinoza subversivo, de Negri, ni de Joyful Militancy, de carla bergman y Nick Montgomery, aunque tal vez también podría serlo. La alegría como acto de resistencia mira hacia la destrucción del patriarcado y la antipatía; hacia la compartición de los afectos; hacia la escucha activa y la perseverancia de la vida. La alegría como acto de resistencia no puede darse individuamente, no le pertenece a nadie, no hay medida para ella, no hay lugares predeterminados para que emerja. Esto no quiere decir que debamos estar de acuerdo en todo, sino justamente que a pesar del desacuerdo podamos seguir actuando juntxs; incluso utilizando la diferencia como impulso, movimiento y alimentación mutua. Tampoco quiere decir que todo el tiempo debamos estar en la misma frecuencia de afinidad, sino que aprendamos a captar las consonancias y los ritmos de cada unx. Falta todavía mucho por inventar en cuanto a imaginación política se refiere; y hace falta una fuerza descomunal que haga frente a estos tiempos de precarización sistemática. Por ello, su emergencia y sostenimiento no puede ser individual ni aisladamente, sino llevado a cabo por todxs aquellxs en las distintas convergencias que componen nuestra existencia en común. Eso es lo único que nos puede motivar para seguir haciendo cosas sin esperar alguna retribución monetaria o premio al mérito. Si pensamos que esta misma potencia solo puede cohesionarse si nos mantenemos en armonía dentro de nuestras relaciones, en lugar de pelear unxs contra lxs otrxs, entonces es sólo la alegría como acto de resistencia lo que puede hacer que permanezcamos unidxs y sin miedo el porvenir.

Categorías Filias, Pensamiento

4 comentarios en “La alegría como acto de resistencia

  1. Gracias por ayudarme a definir la alegria . Es de verdad un acto de resistencia contra la realidad tan distorsionada .

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    1. Stefanía Acevedo septiembre 5, 2019 — 2:02 pm

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  2. Pingback: Virus y subvirus

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