Desluismiguelizar a México

Se ha terminado la primera temporada de Luis Miguel. Y no importa si habrá o no más capítulos, lo relevante es que, en este primer desarrollo de la serieel personaje reflejado en ella toca muchos puntos de nuestro inconsciente cultural o social mexicano (no usamos inconsciente colectivo porque ese término se asocia con Jung y los arquetipos, aquí en lugar de arquetipos trabajamos con estereotipos o memes). Hay más o menos tres décadas de diferencia entre el momento en que fue producida la serie y el tiempo al que hace alusión. Muchas cosas en México han cambiado, pero otras no. Y eso es lo que intentaremos desarrollar aquí a través de un comentario a esta serie de Netflix.

 ¿Qué es lo que cuenta esta serie? No es evidentemente la vida de Luis Miguel Gallego Basteri, la persona. Lo que cuenta son las aspiraciones de la clase media de México actual, ni siquiera la de los años 80. Si Luis Miguel, la persona, tiene algo que ver con eso o no, eso no tiene ninguna importancia. La serie, por otro lado, muestra más bien un imaginario del presente que puede muy bien contrastarse con una tercera figura: el Luis Miguel que fue construido por Televisa a finales del siglo pasado. Este personaje no es tampoco el Luis Miguel «real». Sería más bien un punto de referencia, igual de mediático que el de la serie, al que nos remitiremos aquí para contrastarlos mutuamente.

Luis Miguel de los 80 y 90 encarnaba el lujo, el placer y la perversión. Era la versión aceptada socialmente del perfecto adicto al sexo, las drogas y la fama. Era el epitome de las aspiraciones ocultas de todo clasemediero. En cambio, este nuevo Luis Miguel se presenta como una figura de luz, políticamente correcto y bien adaptado. Se trata del relato de un personaje que sale adelante por sí mismo sin importar las circunstancias difíciles con las que se enfrenta en su realidad cercana. Sería la típica narración de hombre blanco emprendedor y creativo que logra el éxito siendo seguro de sí mismo y a través del esfuerzo. En otras palabras, se trata de una fantasía contemporánea, un estereotipo que se refuerza de tal manera a través de este personaje que si ya era la figura del perfecto idiota en los 80 y 90, ahora lo es más todavía. El antiguo era un transgresor, pero no por rebeldía, sino por el exceso de afectos que se colocan sobre él, por desbordamiento económico-libidinal. Pasa con las figuras de poder y de fama, como el negro Durazo y Michael Jackson, por ejemplo (curiosamente dos personajes vinculados con la serie). Ambos Luismi, el del pasado y el del presente, son ficcionales, pero reflejan dos modelos distintos. Con el avance del neoliberalismo en nuestro país, el Luis Miguel perverso ya no tiene que ser ocultado, ya no tiene que pasar por los programas de chismes que actualmente todavía se nutren de él. Este nuevo Luis Miguel lo muestra todo aparentemente. A través de la serie podemos ver sus errores, sus amores, sus caprichos, supuestamente. Pero no, ambos son sólo una fachada vacía. Y esa careta no la ha construido él ni los medios de comunicación ni Luis rey ni ningún genio maligno, sino nosotros, todos los espectadores y fieles a la realidad mexicana. Ahí está Luis Miguel, nuestro tótem y creación, comámoslo.

Para empezar, hay que decir que los escritores de la serie tratan de moralizar a toda costa a un personaje que al menos éticamente no tiene nada de rescatable. Es incluso una de las figuras más despreciables de la cultura mexicana. La mitologización va al menos en dos sentidos. Si en el pasado Luis Miguel ya era una figura que se infiltraba en el cerebro a base de repeticiones incesantes a través de los medios oficiales de comunicación, dominados por un monopolio aliado al Estado, ahora, en la era del internet, lo hace por medio de esta idealización del made-self man heredado del estilo norteamericano de vida. Ambos son un engaño. Nos han vendido la idea de que Luis Miguel es alguien importante en todo el mundo, incluso en el Universo. Cuando el imaginario de México era dominado por la televisión y el radio amañados, Luis Miguel era una estrella global e inalcanzable; una máscara sin interioridad ni afecciones similares a las que cualquiera de nosotros puede experimentar; una efigie, un semidios. Ahora, en la serie, no es tanto así, sino que más bien se creó un nuevo Luis Miguel como estereotipo global del emprendedor contemporáneo, alguien que bien puede tener intimidad, sentimientos y problemas personales, pero que no deja de representar el éxito en una sociedad de competencia donde los méritos individuales sobresalen por encima de cualquier situación personal. Lo importante de este nuevo Luis Miguel ya no es que se presenta como algo totalmente separado de nosotros sino justo lo contrario, como alguien que podría ser cualquiera de nosotros con un poco de suerte, talento o esfuerzo. Se pierde de vista totalmente todo el contexto, las herencias, las mafias.

Luis (Miguel-Edipo) Rey: la idealización de la madre y satanización del padre. Se trata del relato típico psicoanalítico marcado por el modelo de la familia burguesa de la época victoriana y heredado para todo el siglo XX. Es el perfecto retrato de la neurosis contemporánea aspiracional y sumida en el capital. Todo parece natural, no se explica nunca de dónde salió el Luis Miguel adulto completamente consciente de sí mismo, atractivo para los cánones de belleza actuales y lleno de talento. Sin duda a través de los personajes de Marcela y Luis Rey se presenta una crítica a la sociedad patriarcal y la subyugación de la mujer. Sin embargo, lo que se nos ofrece con el modelo de Luis Miguel adulto tampoco es muy diferente. En el último capítulo de la primera temporada de la serie se deja insinuado que Luis Miguel se convertirá en su padre de alguna manera, pero no se explicita cómo. Se sospecha solamente que algo debe de tener de malo este nuevo Luis Miguel, pero bajo el modelo de la víctima de la generación anterior, queda perdida esta sospecha, reducida al gesto de añadir «coño» al final de sus frases cuando está enojado. Hace falta decirlo claramente: el régimen patriarcal no se ha ido. Sigue ahí bajo nuevos patrones, más sutiles y más complejos a la vez, más aceptados pero más oscuros al mismo tiempo.

Recordemos que de lo que estamos hablando aquí son figuras del inconsciente social o cultural. Luis rey, en ese sentido, no es sino cualquier trabajador de Televisa o político de aquél entonces. Resulta estúpido pensar que Luis Rey es un caso aislado. Para la manera en que se estructuraron los monopolios en México, que han dominado durante tantas décadas, es impensable que para entrar en ellas no tengas que llenar una serie de prerrequisitos psicoanormales que te separan del común de la población. Luis Rey no es un ogro o monstruo de otra dimensión. Es el retrato del perfecto machista que creó y ha sostenido muchas de las instituciones no sólo de este país, sino del mundo occidental. Representa el patriarcado en muchas de sus facetas, mintiendo, siendo infiel, haciendo lo que sea para obtener favores, tratando de controlar a la mujer y a los hijos, sacando provecho de cualquier situación, sea legal o ilegal. En pocas palabras, es el reflejo de casi cualquier hombre en una sociedad como la nuestra. Por otro lado, Marcela, como ya fue expuesto por Magdalena Luva, encarna la desgraciada cifra de los feminicidios en México. Marcela murió, pero qué pasa en la serie con las mujeres en la vida del Luis Miguel adulto. Entran solamente como correlato del héroe triunfador y demasiado estresado por sus problemas como para prestarles mucha atención a ellas. Sirven solamente como resorte o colchón para las nuevas conquistas del protagonista en todos los sentidos.

Repito, si la serie se apega o no a la realidad no tiene ninguna importancia. Luis Miguel, el sujeto de carne, hueso y psique, no tiene ninguna relevancia ni en la serie ni en el personaje que escuchamos en las canciones clásicas de la triste cultura pop mexicana. Ese sujeto nunca tuvo palabra, nunca ha emergido siquiera. Efectivamente es una víctima, pero no de su padre, sino de todo un sistema y una cosmovisión contemporánea que nos atraviesa a todos. Muchos de los análisis que han hecho diferentes profesionales de la comunicación giran en torno a la relación entre la serie y la realidad fuera de ella. Se habla incluso de una especie de misterio que envuelve a la figura del personaje de Luis Miguel fuera de la serie. Pero lo que vale la pena remarcar es que ese enigma no tiene nada que ver con la personalidad del sujeto que se hace llamar Luis Miguel. Ese sujeto no tiene nada que decir (de hecho lo más seguro es que ni siquiera pueda articular algún discurso mínimamente coherente). Ese misterio no es sino un efecto del aura que duplica la imagen de los famosos y a partir de entonces crea un personaje que le pertenece más a las masas que a él mismo. 

De Luis Miguel, así como de otros personajes del espectáculo, se han inventado chismes acerca de que el verdadero murió en algún momento de su carrera y después fue reemplazado por un doble (se decía lo mismo de Paul McCartney o Michael Jackson, por ejemplo, y ya tratamos este asunto en otro texto). Efectivamente, Luis Miguel: tú ya estabas muerto desde el principio. No nos interesa tu vida. Lo que nos gusta y a lo que somos adictos es la metafísica del espectáculo que le da sentido a nuestras vidas. Si el Luis Miguel del siglo pasado representaba el clásico modelo de la fetichización capitalista, el nuevo Luis Miguel representa la fetichización del sí mismo. Ya no es necesario tener una estrella en el horizonte para dejarse seducir por los placeres del consumo, sino que ahora somos nosotros mismos y nuestras selfies el modelo a seguir, siempre inalcanzable también, hemos duplicado nuestra propia imagen para hacernos creer que el objeto de deseo ya no está lejos sino que está aquí en nuestro cuerpo, sólo hace falta explotarlo al máximo para obtenerlo.

Como decíamos al principio de este texto, lo que suceda en las demás temporadas de la serie ya no es en absoluto relevante  para lo que tratamos de decir aquí. Esta primera parte ya nos mostró demasiado, no de la vida de Luis Miguel sino de nosotros mismos. Si es que queremos que esta realidad cambie quizá es hora de desluismiguelizar a México. Ya lo hemos intentado descuartizar aquí, al tragárnoslo nos toca a todos hacernos cargo de esos fragmentos que componen parte de las entrañas de nuestro inconsciente compartido.

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1 comentario en “Desluismiguelizar a México

  1. Nel. Huevos.

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