Supervivencia no biológica

Cuando alguien hace algo que no le gusta para ganar dinero dice que lo hace porque tiene que sobrevivir. Y efectivamente, todos estamos metidos en dinámicas con las que no estamos de acuerdo totalmente debido a que las condiciones económicas nos lo imponen. Así, se nos ha quitado la ilusión de la pureza en la búsqueda revolucionaria. Incluso suena obsoleto el término «revolución». Ya no podemos aspirar a una resistencia en oposición directa ante el sistema capitalista, puesto que todos formamos parte de él, de una u otra manera, y luchar en su contra solamente puede generar frustración, derrota, contradicción o hasta ridículo social. Al no tener alternativas de términos para el combate, sólo nos queda luchar por la mera supervivencia. Pero ¿de qué tipo de supervivencia estamos hablando?

Bajo el régimen del trabajo flexible, la aspiración a la supervivencia se puede tomar de muchas maneras. Si todos podemos valernos de lo que sea para poder sobrevivir, entonces nunca falta quien se aprovecha de esta lógica para ir más allá exigiendo el lujo y la abundancia como parte de esa «supervivencia». Por otro lado, en la precariedad la supervivencia se vuelve también un pretexto para olvidar todo tipo de lucha de clases y transformarlo en aspiración y competencia para tener el lugar del «más fuerte» que sobrevive y se sostiene por encima de los otros. En el peor de los casos, la supervivencia puede llevar a la mera resignación, asumiendo que no será posible cambiar nada del sistema y sólo nos queda el último reducto: el de la supervivencia biológica. Fuera de este último estadio de la supervivencia, todo lo demás se reduce a una posición ética frente a lo que se quiera o no obtener del sistema. Ahora bien, no dejemos sin analizar este último fortín de la supervivencia. ¿Qué es lo que oculta alguien que se refugia en este tipo de argumento que apela a la supervivencia y que al mismo tiempo no la lleva a la competencia darwiniana del más fuerte? Lo que sobrevive en esta figura, hemos de aventurar, es otra cosa que va mucho más allá del cuerpo biológico.

El argumento de la supervivencia se rompe cuando no todo el mundo entiende de la misma manera tal término. La lógica del capital se vale de la amenaza a la supervivencia para hacernos creer que fuera de ella sólo queda la muerte. Entonces no queda de otra más que trabajar, es decir, vender nuestra vida al mejor postor, para poder sobrevivir como se pueda. Pero eso es porque no hemos sido capaces de crear una definición de supervivencia que vaya más allá de la biológica. Si ponemos más atención en las diferentes formas de sobrevivir y la elección de cada sujeto para obtener los medios de supervivencia de diferentes lugares, unos distintos de otros, daremos cuenta de que el concepto de supervivencia es mucho más amplio que el biológico y que, más allá de eso, hay infinitas formas de asumir nuestra propia supervivencia, algunas más acordes con las exigencias de la vida del consumo, pero otras incluso antitéticas. Y si nos enfocamos aún más en éstas últimas, entonces se abre una esfera en la que tan solo sobrevivir es ya resistir.

Es posible, y bien lo sabemos, que alguien esté muerto en vida. Es decir, existe la posibilidad de que alguien efectivamente esté biológicamente vivo, y aún así no aporte absolutamente nada a la sociedad ni a este mundo en general. «Huye de esa muerte prematura llamada madurez», decía Dalí. Y es que hoy en día todos estamos de acuerdo en que el trabajo mata, se traga tu vida. Sobre todo cuando hablamos del trabajo flexible, éste se inserta en todos los ámbitos de tu vida y termina por abarcarla completamente, no dejando ni un sólo espacio para la libertad. Incluso los llamados «tiempos libres» están administrados y se encuentran llenos de demandas sociales que cumplir: estar al tanto de los eventos culturales, los deseos y circunstancias personales o el simple descanso para recargar las energías y volver al régimen del trabajo. Ningún momento queda fuera del funcionamiento total del sistema. Nuestro entretenimiento generalmente forma parte también de una gran industria. En pocas palabras, cuando hasta en tu esparcimiento contribuyes a tu explotación, a eso se le llama estar muerto.

El tipo de supervivencia que estamos hablando ahora ya no es el de la meramente biológica. Se trata de una supervivencia ética, o quizá una supervivencia política. Es decir, se trata de no morir en el intento de manifestarse como ser vivo. Dignidad le llaman algunos. Es tratar de decir algo, expresar la singularidad que caracteriza a los seres vivos autónomos. Lo que sobrevive entonces no es solamente un organismo, lo que sobrevive es un sueño. A veces puede ser en forma de esperanza. Es sueño puede que ni siquiera sea individual, puede sobrevivir atravesando tiempos o fronteras geográficas. Puede sobrevivir a través de libros, obras de arte, imágenes, dichos populares, producciones culturales en general. Pensar en esta otra forma de supervivencia no biológica puede ayudarnos a no solamente dejar de poner pretextos para no comprometerse con la lucha política, sino también para darnos cuenta de que todo nuestros esfuerzo no es en vano. No estamos destinados a la muerte y el olvido. En realidad es una visión muy corta la que apela a la supervivencia biológica únicamente. Qué importa incluso la biología frente a esta otra alternativa que aquí planteamos.

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1 comentario en “Supervivencia no biológica

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