Óleo, partículas de mica, papel de polipropileno, espuma de poliéster, satín, vinil textil, seda, cuero, listones de látex, perlas negras de ríos, gouache, hilos de algodón y metálicos; estos son los materiales con los que, según las fichas técnicas ofrecidas, fueron creadas las piezas presentes en la muestra pictórica “Venus atómica” de Nicole Chaput (Ciudad de México, 1995). No es casual, sin duda, que la artista optara por dar al visitante este pormenorizado inventario, ya que consigna un arduo proceso de exploración material.
Cuatro de las siete piezas que conforman esta exposición son figuras femeninas de intrincadas siluetas. Con cualidad tridimensional, estas piezas (nombradas por Chaput como “pinturas hinchadas”) fueron elaboradas envolviendo espuma de poliéster con fragmentos de papel de polipropileno unidos a través de enrevesadas costuras hechas a mano. Cuerpos plásticos que, a pesar de todo, detentan una palpitante carnalidad que nos interpela. Gracias a las texturas realizadas con óleo, estas mujeres de inescrutable expresión despiertan en el espectador la misma fascinación y miedo que nos produciría cualquier herida abierta en nuestra piel; una súbita ventana al interior de nuestro cuerpo, impúdica mirada a lo más recóndito de nuestra anatomía. Pero estas venus mutantes también nos ofrecen un catálogo de caprichosas deformaciones, inagotables posibilidades de un tejido que se ha entregado a la anarquía y liberado de la mirada inquisitiva de cualquier canon.
Un tanto más modestos, en la muestra están presentes dos cuadros en los que el soporte es también papel de polipropileno, sobre el que Chaput pintó retratos de texturas y figuras muy similares a los presentes en las pinturas corporizadas ya descritas. Como paradójico eje principal, la pieza que da título a la muestra: un óleo sobre tela en el que Chaput reinterpretó el mítico “Nacimiento de Venus” de Botticelli. Con una explosión nuclear sustituyendo la concha marina, la Venus de Chaput nace apuntando al espectador con su índice derecho en un gesto tan retador como seductor. Todas las piezas se encuentran envueltas en una sofisticada museografía que, gracias a una película reflejante ubicada en el piso que, combinada con la iluminación y los muros pintados de un tenue azul eléctrico, permite que las piezas aparenten flotar en un éter metálico.
Para muchos, la pintura sigue alojando en su seno valores imperecederos que demandan el uso de materiales cuya dignidad ha sido probada por la tradición y que proyectan la obra hacia una escurridiza eternidad. La vida cotidiana, con su irrefrenable buqué de presente, se ha colado desde hace más de cien años en ese campo privilegiado de producción de imágenes a fuerza de recortes de periódico, pedacería del estudio del artista y diversos objetos igual de pedestres. Al mismo tiempo, estos gestos han abierto la posibilidad de producir sentido no solo a través de la representación o la destreza técnica, sino mediante los materiales utilizados. Teniendo esto claro, todo el atractivo visual de “Venus atómica” se desborda debido a las interpretaciones que la polifonía material de la muestra permite.
Pienso en las costuras que suturan la piel de las pinturas hinchadas de Chaput, en cómo sus esqueletos plásticos sustentan una carne entregada al disfrute de su deformidad, indiferente a toda noción del deber ser. Todas las texturas, capas y volúmenes presentes en esta muestra insinúan el despliegue de una autodeterminación y consignan una vida secreta que escapa al discernimiento de los espectadores y, quiero pensar, de la propia artista. Dejo la sala con esta idea que me hace palpable todo lo que sucede dentro de mi piel y que escapa a mi control: respiración, digestión, circulación, etc. Caminando por la ciudad, me percibo como una aglomeración de glándulas y fluidos entregados a la dictadura del metabolismo, a procesos que quimeras como la idea de juventud o de belleza nos han hecho temer, volviéndonos ciegos a la sabiduría primigenia que se expresa en esa tenue cronometría que nos conduce a la vejez.
*La exposición «Venus atómica» estará abierta hasta el 22 de enero del presente año en la Galería Karen Huber. Click aquí para más información.
**La foto de portada que acompaña a este texto es de Beka Peralta, cortesía de la artista y Galería Karen Huber.