La mitología de COVID-19

Alegoría de Marzo. Francesco del Cossa. 1470.

 

Nietzsche señalaba que el hombre es, entre otras cosas, una imposición reguladora de la Naturaleza y sus múltiples e infinitas formas. Entre una de sus osadías se cuenta la facultad de nombrar e imponer un género a las cosas, que le aparecían con toda su riqueza y diversidad: ¿La COVID-19 o el COVID-19?, ¿qué nombra esa denominación arbitraria? Por supuesto que el uso, la apropiación lingüística del fenómeno entre sus interlocutores.


COVID-19, enfermedad provocada por SARS-CoV-2, dejó de ser más que una patología o estructura biológica. Dentro del imaginario planetario (suma total de múltiples estructuras sociales y culturales) tornó, rápidamente, en un mito. Esto fue posible a causa de los medios de comunicación y sus figuras del espectáculo que, como aves carroñeras, no pierden oportunidad de hacer de cualquier situación coyuntural una mega narrativa fantástica.


Esto no afirma, en ningún modo, que el virus o la enfermedad no existan, como algunos otros panfletarios, tampoco nada inocentes, asegurarían. Dentro de los márgenes y límites epistemológicos a los que podemos acceder, como lectores y espectadores de la situación, podemos afirmar que es un hecho que estos fenómenos biológico-virales existen en la medida en que tienen efectos en nuestras corporalidades, a pesar de haber padecido del contagio o no (sintomático o no). Aquí de lo que vamos a hablar es sobre la narrativa mitológica que se ha estructurado alrededor. En ese sentido, poco importa, de hecho, en qué estatuto ontológico situemos al virus, ya sea científica o imaginariamente, o en todo caso cualquier otro estrato intermedio.


A pesar de que nuestra enorgullecida época post-secularización se alza victoriosa asumiendo que hemos dejado detrás aquella otra-época oscurantista donde la humanidad se conducía por códigos epistolares y castigos divinos, aún quedan remanentes de la estructura mítica que, instaurada en nuestros imaginarios, continúa explicando la circularidad del mundo con figuras extraordinarias, humanas o no, que tienen un impacto efectivo y real entre nuestras relaciones corporales.


Una de las figuras de este imaginario mítico es sin duda la del héroe, encarnado ahora en lxs agentes de la salud (en el fondo, científicxs) y la fe que aún les conservamos. Estas grandes figuradas, que enuncian y portan la promesa de la mejora (esperanza) han sido sin duda la vanguardia que pelea y resiste ante el peligro constante. Como todxs lxs héroes y heroínas, cuentan entre su gremio con múltiples bajas combatiendo heróicamente al terrible mal, ahora escenificado y encarnado por un Ser imperceptible a nuestros sentidos. Se nos revela aquel Ser, cuando así parece desearlo, a través de los efectos de su posesión. Y como todo Dios, ha sido parcialmente justo (no de manera ética, ciertamente) al permitir la existencia vital de algunos otros seres a los que igualmente ha tomado. Su alcance total, la estadística de sus víctimas, es incalculable y tocará a la historia del mañana narrar y cartografiar su intempestividad.


Y es precisamente la historia otro de los elementos fundamentales de esta mitología contemporánea. ¿Qué signos han aparecido durante estos meses de sustantiva modificación? Uno de ellos, sin duda, es el fracaso (nuevamente) del progreso. Como todo fenómeno natural destructivo, COVID-19 han vulnerado a los conjuntos sociales. Sin duda los más afectados han sido aquellxs que, por condición y determinación histórica, se muestran más vulnerables a la resistencia: lxs débiles, lxs pobres, lxs más desprotegidxs. Todxs ellxs, a pesar de padecer la misma posesión que otrxs iguales con mayores oportunidades, resienten la agitación de otro modo. No sólo se encaran a la muerte como el resto, sino también a una acrecentada incertidumbre «pasando» este escenario de extremo contagio.
¿Qué historia se contará a partir de ahora? Sin duda, este episodio en el instante de nuestra existencia merece una mención honorífica en los futuros archivos del Big Data. Y no lo hará precisamente por el impacto sangriento y destructivo ocasionado por el virus y su enfermedad (relativamente mínima tomando en cuenta la tasa de mortandad), sino porque su violenta irrupción ha desordenado nuestra “ordenada” normalidad y ha conjurado sus propias normas. El nuevo Dios de la regulación ha traído consigo, tal vez como una nueva lección a la humanidad, un reordenamiento. Esta modificación en las reglas nos obliga a reimaginarnos y reinventar nuestras prácticas sociales (Tecnologías de la Solidaridad). En el mejor de los casos, la solidaridad nos salvará y pintará un mejor destino para todxs. En el peor de los casos, la fuerza policial del gobierno se encrudecerá so pretexto de velar y proteger la vida humana.

*Texto a la espera de réplica*

Categorías Filias, Notas

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto:
search previous next tag category expand menu location phone mail time cart zoom edit close