Requiem por la música, larga vida al fanzine (o Un villancico crítico invertido satánico)*

Ha nacido un  nuevo mesías en un oscuro pesebre y de nombre fanzine. Así es. Aquí  anunciamos la navidad. Pero no como un manifiesto, sino como un  anti-manifiesto; algo más bien anti-crístico. Y aunque no sabemos si eso se puede hacer, ya veremos,  ya veremos. Haremos por esto a continuación una provocación puritana en  exceso, como debe ser; un tanto aburrida, que con mucho trabajo se haría divertida; y  demasiado larga como para picar a alguien; pero sin importarnos todo eso aquí  está:

La música ha muerto. Nació muerta. Pero eso obviamente no quiere decir que ya por eso se va a dejar de hacer música, sino que ha perdido completamente su capacidad de transformación social. La música ha muerto. Pero eso no quiere decir que no se pueda hacer nada con su cadáver. Él nos mira con sus ojos ciegos cada vez que escuchamos una canción del siglo pasado. La música dio su cuerpo para que nosotros llegáramos al estado de éxtasis total. Y lo hicimos. Y aún con eso no pasó nada. Porque de todas formas no iba a pasar nada. Pero la música nos hizo creer que el éxtasis podía ser total. Y no hay manera de negarle esa totalidad a la posibilidad. Por eso la música insiste desde ultratumba. Insiste en que es posible destruirlo todo, incluso la música. Por eso la música tenía que morir. La música fue el Jesucristo del siglo veinte. Pero la música ha muerto ahora. Y es justo ahora que podemos adorarla. Pero justamente hay que aprender del ejemplo fallido de jesucristo y hay que dar por terminada la era de la música. La música no resucitará al tercer día. Y no resucitará porque precisamente es necesario que muera para siempre. 

La capacidad transformadora de la música en el siglo veinte se fue componiendo manera muy compleja gracias a todo un entramado de industrias y conocimiento. Hoy todos esos elementos que dieron fuerza a la música siguen ahí, pero ahora están desperdigados por todos lados  buscando un nuevo rey. La música incluso se ha unido a esos elementos que podrían ayudar a conformar el siguiente elemento de transformación social. Por esto último se puede decir que la música está muerta a pesar de que se siga haciendo música. La música se terminó uniendo a la tierra, que si bien es la base para que se dé cualquier forma de vida, no está en sí misma viva.

Entre los elementos que ayudaron a la conformación de la música como imagen de la revolución, en la segunda mitad del siglo pasado principalmente, se encuentran muchos que han existido desde hace miles de años. Pero también otros que se crearon a la par de la música grabada. La historia de cómo la música se fue convirtiendo en ese ente que representaba la salvación es muy compleja. Pero lo que importa es que tal acontecimiento sucedió y ahora es el momento en que se vuelve necesario lógicamente otro elemento que la sustituya. Evidentemente no se puede dejar de asociar la invención de los aparatos de registro y reproducción sonora con aquel acontecimiento. Pero no olvidemos que existen otros aparatos de registro y reproducción que no dieron lugar a ideales de revolución tan grandes como la música. La fotografía y el cine, por supuesto, tuvieron lo suyo, principalmente si nos referimos a su relación con las llamadas vanguardias artísticas. Pero para la segunda mitad y final del siglo XX todo se encaminó directamente hacia la música. El videoclip por ejemplo combinada todas la experiencias de los aparatos construidos hasta el momento pero daba fuerza a un solo actor: la música. Hoy ese actor tiene que dar paso a otro más y aún no sabemos cuál es, pero sabemos que estará relacionado con las tecnologías de la información.

Como ya se dijo, que la música haya muerto no quiere decir que se deje de hacer música. Pero la música que se hace ahora tiene ya una existencia ritual, tradicional, puesto que ya todos los géneros han sido experimentados. La música ya no existe como aglutinante de las masas en un solo movimiento. No existe como posibilidad de transportarte al ideal. Aún con eso, la música dejó hijos. Los hijos de la música están todavía en crecimiento. No sabemos las posibilidades de los hijos de la música. 

Uno de esos hijos es el fanzine. No es que el fanzine haya nacido solamente de la música ni que sólo haya habido fanzines de música. Si contamos todo tipo de publicaciones independientes seguramente los fanzines de música sean poco representativos, sin embargo, se quedó grabada una representación del fanzine asociada con la música, especialmente con la música punk. De igual manera, aunque la estética del fanzine podría ser cualquiera, fue la estética del punk la que quedó como marca característica del fanzine. No se malentienda tampoco que sólo existe un tipo de estética punk. Quizá la estética punk ni siquiera podría existir porque iría en contra ella misma. Sin embargo, habrá que aceptar que hubo una tipificación del punk y que es sólo gracias a las tipificaciones como se puede hablar de algo. Pero lo importante aquí es que no es casualidad que haya sido en particular la música punk la que haya preñado al fanzine con su estética, pues este tipo de música cumplía con la condición de pregonar el «hazlo tú mismo» como parte de su filosofía. Evidentemente, gran parte de la música registrada en el siglo XX podría entrar en la categoría del «hazlo tú mismo», pero fue el que asumió directamente tal emblema y con ello asumió su capacidad como transformador social por un tiempo. El punk murió muy pronto, pero obviamente eso no quiso decir que se dejara de hacer punk. Se siguió haciendo punk, tanto en música, como en apariencia y en actitud. Después de un tiempo muy corto hacer las tres cosas a la vez se volvió imposible. 

Ahora el punk ha muerto totalmente. Es fácil decir eso, pese a quien le pese, porque en general la música ha muerto. Podría decirse que la actitud punk no ha muerto. Y eso es cierto. Pero la actitud punk es la misma actitud que en otro tiempo tuvo el blues, el rock and roll, el garage, después hasta el grunge, etc. Así que simplemente la tan llamada actitud punk era la actitud de la música en la segunda mitad del siglo XX, la cual antes tuvieron las vanguardias artísticas y antes la literatura quizá. Curiosamente ésta última, que murió desde hace mucho, podría experimentar una resurrección milagrosa gracias al fanzine, posible hijo bastardo del comic, que a su vez es hijo bastardo reconocido de la literatura y la pintura.

El fanzine no ha muerto porque quizá ni siquiera ha nacido aún. En realidad hasta ahora siempre ha sido una práctica muy marginal, muy pequeña, nunca ha ocupado el centro de atención como sí lo hizo la música. Y es que ta vez no podría ser de otra forma, puesto que precisamente el fanzine parte de una estrategia de apropiación y resignificación de prácticas centrales. Así que cabe aclarar que con fanzine ya no habría que seguir refiriéndonos al juego de fotocopias hecho con recortes y reportajes de música, sino que casi se puede extender esta categoría a todo tipo de publicaciones independientes. Aquí es donde entra la relevancia de las tecnologías de la información. Éstas permiten todo tipo de publicaciones independientes combinando las técnicas que dieron fuerza a la música antes. Ahora incluso se agrega la música a estas manifestaciones. De este modo, casi cualquier cosa podría entrar en la categoría de fanzine. Muy probablemente la etiqueta cambie próximamente. Pero el punto es que el fanzine es una forma privilegiadamente ilustrativa de lo que se viene con las tecnologías de las que hablamos. Recordemos muy brevemente que la palabra fanzine está asociada directamente con lo amateur, con lo que cualquiera puede hacer. Además, es necesario estar poseído por un impulso para producir por uno mismo sin permiso de nadie. Es decir, hace falta ser fanático, estar enfermo. Las tecnologías de la información traen emparejada una dependencia total de ellas mismas. La información sólo puede generarse a partir de más información, lo cual no sucedía con la música. La información sólo puede surgir a partir de lo ya programado. 

Un programador es aquel que hace el instrumento para realizar algo que de todas maneras ya se hacía. Un programador teme a la muerte, porque quiere que todo perdure para siempre. Siempre habrá programadores. Ellos no morirán porque están muertos desde el momento en que nacieron. Su truco es hacer parecer que no participan en la historia cuando son ellos los que la programan. Más bien diría que se hacen los muertos. Y de ahí en fuera la historia se hace entre vivos y muertos resignados. Hoy la música, ya lo dijimos, ha muerto y las millones de diferentes variaciones del fanzine andan por ahí tratando de crecer. Quizá lo logren, quizá no. 

Obviamente falta considerar aquí una gran cantidad de manifestaciones hermanas de la música, primas, sobrinas, etc. Y no hay justificación para dejarlas de lado como tampoco hubo justificación para que nuestra querida música muriera. Pero así son las cosas. Ahora la música ha muerto y deseémosle larga vida al fanzine a pesar de que sepamos que, al igual que la música, nació muerto.

 

*Este es un texto anónimo colectivo que fue publicado por primera vez en el año 2014 en un anti-fanzine (o «fanzine invertido») cuyos ejemplares fueron regalados y robados desde el primer día en que salió a la luz. Este fanzine lo pueden encontrar aquí. Luego salió bajo otra intervención en el número 4 del Fólder 001, cuya recopilación se puede ver aquí. Finalmente, hemos decidido volver a publicarlo en PostFilia a propósito de la edición del libro/fanzine conmemorativo del evento Imaginación política: Encuentro internacional, con textos de Cassie Thornton, Max Haiven y comentarios de los editores. Pronto más información sobre esta edición.
Categorías Archivo, Filias

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