Hoy en día quizá habría que hacer una defensa, o al menos un análisis imparcial como aquél que hizo Hanna Arendt acerca del caso Eichman, esta vez no sobre la banalidad del mal ni sobre un individuo en concreto, sino sobre la banalidad del pop y su efecto sobre nosotros, o nuestro efecto sobre él. Como todos sabemos, el pop ha sido inculpado de una serie de crímenes hacia la humanidad. Se ha dicho que nos ha engañado, e incluso que nos mantiene casi esclavos de todo un sistema de consumo, muerte y destrucción global. Pop bitch es una obra de teatro que ha adoptado esta descripción del pop para precisamente hacer una apología justa y necesaria en este momento. Bajo una identificación femenina del pop, que se nos ha pintado justamente como una perra desgraciada y traidora, Obed Galindo, director y dramaturgo de la obra, coloca a cinco actores en medio de una serie de enredos de dimes y diretes en torno a esta figura para montarnos una escena. En la obra, Pop es una chica banal y orgiástica que será sometida a juicio por sus desplantes que afectan a todo el mundo. Pero quizá Pop es inocente. Su inocencia consiste en que somos en realidad nosotros quienes la hemos obligado a someternos, o quienes nos obstinamos en autodestruirnos como buenos masoquistas. Pop también sufre, sufre tanto como nosotros. Pop no es sino nuestro espejo: si Pop es banal es porque somos banales; si Pop es corriente es porque nosotros lo somos.
¿Quién no estaría enamorado de Pop? Pero ella está siempre pensando en otra cosa. Nuestro yo más popular y seguro de sí mismo, personificado en la obra a través de Cristian Corazón de Bazooka, será quien intente protegerla, pero nunca sin un interés erótico. Así son nuestras pasiones. Pop no está sola nunca, por supuesto. Es siempre perseguida, acosada, observada, espiada, ya sea por hombres, mujeres, fantasmas, perros, etc. Pero mientras la gente se entretiene con el espectáculo de sus relaciones efímeras, un niño dorado, hijo del orden patriarcal, pretende apoderarse del mundo; o mejor dicho, pretende consolidar el poder que siempre ha tenido bajo pretexto del falo todopoderoso. Esta vez pretende hacerlo para siempre, sin marcha para atrás. Para ello sería necesario, por supuesto, condenar para toda la eternidad a la inocente Pop con el pretexto de su superficialidad y locura. No importa si estamos hablando aquí de la obra o de nuestro mundo «real». Precisamente esas barreras se borran gracias a los encantos de Pop. Es aquí donde más allá de la subestimación del pop típica que se sostiene sobre su frivolidad, tendrá que ponerse en acción un feminismo, pero uno que tampoco se enarbola como bandera o teoría acabada, sino incluso uno que surge de la contingencia, de la casualidad, de los encuentros fugaces y amores pasajeros. Feminismo por accidente sería aquél que logra darle la vuelta al orden homonormado, pero siempre actuando desde, sobre y con la superficie, demostrando desenvueltamente que nunca hubo ninguna otra cosa que superficie.
Warhol inauguró una visión: la del pop como obra de arte. Blue Shot conviritó a Marilyn en una pieza para la eternidad. No importa si Marilyn existió realmente, Warhol le dio una doble vida, al nivel de las estrellas, al nivel de los dioses o al menos de los semidioses, al nivel de las musas. Si recordamos que todas las musas son hijas de Mnemósine, entonces junto a Calíope, Clío, Erato, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania, ahí pronto encontraremos a Marilyn sin duda, pues no se podrá borrar de la memoria colectiva en varios siglos. Marilyn incluso podría ser una de las encarnaciones de Pop, una musa mayor. A la vez que han nacido del mismo impulso por la belleza y el glamour, lo efímero, lo vano y lo sublime (experimentado a través de psicotrópicos más que nada), es posible que se tengan celos mutuamente. Es posible que se admiren también. Precisamente el atractivo carnal de una y el imperativo subliminal de la otra son complementarios. Una domina el cuerpo y la otra el espíritu. Tenemos metida a Pop en todo nuestro ser. Y no es sino a través del consumo que se deja sentir. La sirena de Starbucks nos lo dice cada vez que queremos aparentar ser cool.
La puesta en escena Pop Bitch se nutre de todos estos personajes pero también de lo que el escenario le da. Ejecutada en el «Foro La Nabe», en el corazón de la colonia Doctores, el cual es un domo de aluminio con butacas precarias de madera, metal y colchones, nos hace sentir la miseria del Pop. El vestuario DIY con materiales de reuso, la «pobre» escenografía y la iluminación en LED envuelve al foro en blancos y grises fríos que te hacen pensar en la «Silver Factory» de Warhol; aquel taller en el que se hacían las serigrafías y las Cajas de Brillo en serie, el mismo donde había fiestas y orgías. De esta forma, la hazaña de Pop por la libertad será una remembranza a la «Edad de Plata» en la que Dalí, Bowie, Ginsberg, entre otros, inauguraban el estilo decadente de la vida posmoderna. Por último, el acto inaugural de la obra es un homenaje al Manifiesto SCUM de Valerie Solanas, quien disparó contra Andy Warhol para hacerle justicia a la cultura popular y salvarle del machismo.
Un día Pop morirá, al igual que nuestro recuerdo de Marilyn, de Starbucks y todo lo que reina ahora en nuestra cultura. Pero mientras tanto no nos queda de otra más que disfrutar todo aquel cielo lleno de estrellas que le da sentido a nuestra vida. ¡Oh vanidad! Como la describen los mismos productores de la obra en la carpeta de presentación: «Mediante el uso de referentes culturales como Madonna, Twitter y un vaso de Starbucks, Invitan al público a una reflexión sobre nuestra colonialidad y sobre el collage de intereses políticos y publicitarios que se ha vuelto México en este siglo.» Este texto es un delirio más de Post-filia sobre el pop, sí, pero también una invitación para asistir y brotarse con la obra Pop bitch, en la que todo el equipo proviene de la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM.
Director y dramaturgo: Obed Galindo
Productor: Ricardo Pérez
Sirena deStarbucks: Celeste Díaz
Pop: Isabella Valeria
Blue Shot: Fernanda Rivera
Niño Dorado: Diego Cárcamo
Cristian Corazón de Bazooka: Julián Reyes
Presentaciones:
Sábados de febrero y marzo, 7pm
Centro Cultural Foro La Nabe. Dr José María Vértiz 86 4to Piso Col. Doctores 07060 Ciudad de México