Lago Buttermer, William Turner.
Heinrich Heine, en sus Cuadros de Viaje, nos narra historias increíbles, personajes que se antoja conocer y, sobre todo, experiencias que nos gustaría vivir. No todo es prosa, hay también verso. Sin más, reproduzco un hermoso poema que contiene el libro. No hay desperdicio en ninguna palabra, en ninguna sílaba. Acompaño, también, con una hermosa canción que vale tanto como el video; ambos son comunicantes con el poema. Leer mientras escuchar.Ante todo, Heine, gracias por objetivar tu sensibilidad.
VIII
TEMPESTAD
Estalla la tormenta
azotando las olas
y las olas de espuma rabiosa
se yerguen como gigantes, cobran vida
las blancas montañas de agua
y el barquito las surca
a durísimas penas
y cae de repente
en las negras fauces del abismo de agua…
¡Oh, mar!
¡Madre de la belleza, nacida de la espuma!
¡Abuela del amor! ¡Protégeme!
Ya aletea anunciando la muerte
la gaviota blanca y fantasmal
se afila al pico en el mástil
y ávida de sangre desea el corazón
que canta la gloria de tus hijas
y que tu nieto, ese pequeño bufón,
ha escogido como juguete.
¡Vanas súplicas y ruegos!
Mi llamada se pierde en el estruendo de la tormenta,
en el fragor de la batalla de los vientos.
Todo brama y silba y retumba y aúlla
en una sinfonía demencial.
Mas entre tanto estrépito percibo
las mágicas notas de un arpa,
un canto de enorme añoranza
que derrite el alma y la rasga en dos,
y reconozco tu voz.
A lo lejos, en la costa escocesa,
donde el castillito gris se eleva
sobre el mar que rompe,
allí, sentada a su ventana abovedada
se ve a una mujer hermosa y enferma,
transparente de tan frágil, de marmórea palidez,
y toca el arpa y canta,
y el viento alborota sus largos bucles
y lleva su oscura canción
por todo el ancho mar enfurecido.