Marx escribió en el Manifiesto del Partido Comunista la siguiente cita:
«[La Burguesía] Echó por encima del santo temor de Dios, de la devoción mística y piadosa, del ardor caballeresco y la tímida melancolía del buen burgués, el jarro de agua helada de sus cálculos egoístas. Enterró la dignidad personal bajo el dinero y redujo todas aquellas innumerables libertades escrituradas y bien adquiridas a una única libertad: la libertad ilimitada de comerciar. Sustituyó, para decirlo de una vez, un régimen de explotación, velado por los cendales de las ilusiones políticas y religiosas, por un régimen franco, descarado, directo, escueto, de explotación.»
Vivimos un momento histórico donde el capital, entendido como el vehículo de maximización y universalización del motivo de ganancia, ha logrado casi dominar y saquear todos los espacios, físicos o mentales. Las relaciones románticas se pesan como si fueran intercambios mercantiles (hipergamia), se ha reducido el amor a algoritmos, auto-mercantilización (Tinder, Grindr, etc.) y estimación de propiedades. Se busca pareja como se busca un carro nuevo, calificando atributos y midiéndolos bajo una escala de valor cosificada.
Post-Filia no es una postura, no es un movimiento que busca imponerse. Es una perspectiva que ha mirado a este mundo donde cada vez hay menos espacio para el amor filial. Post-Filia es, pues, una mirada melancólica a un mundo que ha sustituido la hermandad de la humanidad por el cálculo económico (no necesariamente monetario). Reducir toda interacción humana a intercambios económicos ha sido el generador más potente del nihilismo y la auto-destrucción de la criatura humana. En un mundo donde todo se ha vuelto cuantificable, se ha perdido lo cualitativo.
Post-Filia no es una acción promotora de ese nihilismo. Es un estudio y observación sobre ese fenómeno, como un médico que busca la solución a una enfermedad. Ese malestar no se supera ignorándolo. Creemos que primero se tiene que encarar plenamente al humano post-filial, al humano sin familia, arrojado a un mundo psicótico y abrumador. Para lidiar con una enfermedad, tenemos que convivir con ella, aún sabiendo que hay riesgo de contagio. Tal vez ya lo estamos, puede que nosotros caigamos en esa cosificación de lo humano. Pero creemos que aún eso es mejor que engañarse creyendo que los lazos de amor filial siguen siendo sagrados y permanentes.
Esos lazos filiales han sido destrozados. Los humanos somos ajenos entre sí. La reacción ante los extraños es de miedo o valorización cosificada. Vivimos rodeados de humanos, pero no nos escuchamos.
Tal vez escuchando y observando podamos eventualmente crear nuevos lazos y nuevos valores.
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