La gran obra de arte del siglo XX es la cultura pop. No tiene dueño ni tiene autor específico. Todos participamos en ella, aunque sea como espectadores y adoradores. Las obras del siglo XX pertenecientes a la institución del arte (galerías, museos, academias y críticos) sólo son valiosas en la medida en que tienen repercusión en esa gran obra de arte que es la cultura pop. Por supuesto, no son pocas las obras de arte institucional que tienen repercusión sobre la gran obra, pero son una proporción muy pequeña respecto al total de obras que componen la gran obra. Y, sin embargo, no es que la institución del arte sea sólo una esfera más dentro de la innumerables esferas o campos que han servido para componer esta gran obra de arte (entre ellas se contarían todas las ciencias y las técnicas de cálculo y manipulación de masas). La institución del arte tiene un estatuto privilegiado en esa gran obra y es estar ahí para que dentro de ella pueda pasar cualquier cosa. La institución del arte es el negativo de la cultura pop. Pertenece a ella, pero pertenece como sus comisuras. Es donde ésta se cierra y se abre (pero principalmente donde se cierra, pues donde se abre es más bien el deseo de la multitud, del cual se sirve después el arte, pero también la industria de la cultura y los medios). El corpus del arte del siglo XX es todavía uno donde las comisuras son proporcionalmente mucho menos que las superficies. El en siglo XXI todo parece indicar que el corpus del arte estará más constituido por comisuras que por superficies.
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