Admito que cuando llegue a Kassel ya tenía un prejuicio sobre el contexto que me esperaba. Cada cinco años se lleva a cabo la documenta y probablemente esta edición (15) deje un precedente para la historia del arte contemporáneo, sus formas de exhibición y la discusión sobre la censura que no ha dejado de ponerse en marcha a través de un comité científico que evalúa lo que debe mostrarse y lo que no. Desde antes de visitar Kassel ya me sentía con miedo y desconfianza. Se sabía que habían estado ocurriendo ataques y acciones de intimidación a diferentes artistas palestinxs y colectivxs como Party Office, y que el board de documenta nunca garantizó la seguridad de lxs artistas a pesar de que sabía de lo ocurrido. No obstante, desde mi primer día en Kassel, tuve la oportunidad de asistir a una de las sesiones de “Kitchen Talks”, organizadas para poder tener un espacio de escucha y diálogo entre artistas y habitantes de la ciudad. Ese encuentro me ayudó a abrirme a la complejidad que siempre se opaca ante las generalizaciones. Pude escuchar lo que sentían y pensaban distintas personas que viven en Kassel sobre lo sucedido con el mural de Taring Padi que fue censurado y también sobre las agresiones que habían vivido lxs artistas. Me abrí a la complejidad, comprendí algunos de los sentires expresados y hasta me atreví a hablar.

Pero pasaron los días y pude sentir que, a pesar de que la personas que asistieron a las “Kitchen Talks” tenían un genuino interés por conversar y escuchar, definitivamente esta no era una posición representativa o compartida por los habitantes de Kassel. Regresaron mis fantasmas que tienden a la generalización y que me ayudan a habitar espacios que considero peligrosos.
Dejando de lado los “detalles” que sucedían cuando caminaba por la avenida principal de la ciudad*, el problema que necesito compartir está relacionado con la hostilidad que comencé a sentir en el espacio “privado”, es decir, en el hotel en que me hospedé. Es en “pequeños” detalles como estos donde se muestra lo internalizado que tienen el racismo y la supremacía blanca en la cultura europea. Ese hotel recibió a muchos de lxs artistas y colectivxs que presentaron su trabajo en documenta 15: personas afros, latinas, caribeñas, que no sólo venimos de todos esos territorios que a algunxs insisten en nombrar “sur global”, sino que tienen una fuerte posición y trabajo antirracista. A pesar de esto, el hotel les recibía con algunos cuadros típicos de la cultura europea:


Debo admitir que muchxs afortunadxs no vieron estos cuadros, pues se encontraban en diferentes pasillos.
Sobre esto me llegaban más preguntas que respuestas: ¿Será que mi mirada está tan obsesionada con encontrar cierto rechazo que tuve la oportunidad de encontrarlo y de esa manera justificar lo que de todas formas ya creía sobre los alemanes? O al contrario, ¿las imágenes me encontraron a mí porque, literalmente, me recibían todas las mañanas y noches al salir y llegar al hotel? ¿Quizá estas imágenes no eran problemáticas porque no estaban en el espacio público? ¿Quizá son imágenes que se permiten en la propiedad privada y los espacios cerrados?
Mi malestar se intensificó cuando supe que alguien le pidió a la asistente del hotel retirar esos cuadros y su respuesta fue un rotundo: “NO”. Ahí mis preguntas se tornaron en una dolorosa frustración.
Más o menos en los mismos días que esto pasó, sucedieron más percances en el hotel. Un cambio de guardia había acabado con el ambiente relativamente tranquilo con el que se te recibía en el lobby. En algunas ocasiones se sacaron a personas del edificio por no tener llave, no podían ni siquiera esperar adentro, para protegerse de la lluvia, a lxs “afortunadxs” que sí tenían llave. Una sensación de miedo y rechazo se apoderó de mí, otra vez, y dejé de entrar por la puerta principal. Quería ser un fantasma en Kassel y más en el hotel. Con el tiempo me he dado cuenta que ese lugar representó para mí un espacio importante porque estuve ahí casi una semana encerrada porque me contagié de covid.
Quizá es mi predisposición al rechazo lo que me hacía sentir más cómoda entrando y saliendo por las escaleras en lugar de usar el elevador, quizá asumí exactamente el mismo papel simbólico que estaban en los cuadros del hotel. Reconozco el revoltijo emocional y singular que mi propia historia tiene para dar esta versión. Sé que otrxs lo han pasado muy bien y de forma agradable en ese hotel. Fue de hecho gracias a que pude vivir un momento de alegría justamente en el lobby con el colectivo INSTAR que nuevamente regresó a mí el recordatorio de no generalizar situaciones ni experiencias. Pero esta es la mía y quiero compartirla.
Como alguien que no sabía qué era documenta y que llegué a participar casi por accidente —manera en la que se llega a casi todos los buenos encuentros cuando vienes de la periferia— debo reconocer que fue gracias a que sentí el poder de la organización colectiva, de la amistad y la alegría (el lumbung <3, Trafohaus, asambleas, Radio AC, bailar Fela Kuti en Party Office, INSTAR, ruangrupa <3) que regreso contenta a México con el entusiasmo de lo más importante: todas las articulaciones que ocurran después de documenta.
Yo me pregunto: ¿Por qué en su privacidad, en su vida interior, continúan reivindicando, abrazando imágenes racistas y colonialistas, mientras juzgan con ira todo lo que aparece afuera?
La siguiente fue una acción colectiva porque una nunca piensa/ imagina/ siente sola.

*Algunos de esos detalles fueron, por ejemplo, caminar por la avenida principal y que de repente un hombre se te ponga enfrente y comience a hacer movimientos y sonidos imitando a un mono. O presenciar en el tram ataques a otras personas, por ejemplo, a una persona con rasgos asiáticos la molestaban haciendo sonidos y movimientos de karate. Nadie detuvo la acción, al contrario se reían.
Postfacio
A ustedes, los racistas suprematistas blancos, les digo: Nunca más tendrán nuestro silencio. No volveremos a ser exhibidxs en sus pinturas. No volveremos a ser narradxs/ entendidxs por ustedes.
Se quejan de que no entienden la documenta 15, que no sienten que la obra comunica, que no se sienten incluidos y sólo ven a artistas platicar entre sí. Sepan que la opacidad es una de las tantas consecuencias que trajo consigo la colonización. ¡Qué bueno que por una vez no entienden algo!, ya que a ustedes la razón y el entendimiento les han sido otorgadas de manera privilegiada. Guerra, extractivismo y colonización sostienen su orgullo por los valores de su cultura europea, lo que sostiene su tranquilidad y su supuesta indignación ante formas particulares de maltrato. Nos quieren transparentes para su propio consumo y asimilación. Ustedes son unos hipócritas que no han olvidado sus viejas prácticas heredadas, al contrario, están orgullosas de ellas y por eso las enmarcan. Por eso regresamos estas imágenes a sus cementerios.
