La culpa de ser artista

Las últimas generaciones de artistas experimentan una culpa intrínseca al hecho de identificarse con una etiqueta anquilosada en las instituciones que la portan en su título. De esta manera, vuelven su mirada sobre la sociedad y quieren servir a ella como mártires, salvadorxs o al menos como aliadxs. El reclamo que desencadenó esto fue aquél que señalaba la separación entre lxs artistas institucionales y el resto de la sociedad. Entonces de pronto por culpa, y no por otra cosa, lxs así llamadxs «artistas» están obligadxs a sentir una necesidad de preocuparse por las cuestiones sociales y de hecho participar en las dinámicas de las minorías o de lxs marginadxs, queriendo reivindicarse. Pero aceptémoslo, lo que hacen estxs artistas del “arte útil”, “artivismo”, “arte comunitario”, entre otras muchas etiquetas similares, no es sino venir a hacer dentro de la institución del arte lo mismo que desde mucho antes algunas partes de la sociedad ya hacían por sí mismas con fines de supervivencia, de creación de vínculos o de simple disfrute de la vida. Este giro social del arte es también un ready-made. No ha salido de la lógica de llevar al museo aquello que ya se podía encontrar en la vida cotidiana. Pero la única diferencia es que lxs artistas piden reconocimiento por hacer aquellas labores humanitarias que de por sí la sociedad ya generaba por sí y para sí misma. Más aún, no sólo piden que se les honre por ello, sino que se les pague monetariamente y puedan llevar una vida totalmente sustentada por ello. ¡Vaya canallas!

La cuestión está en seguir pensando que para hacerse artista unx tiene que ir a la escuela de arte o estar avalado por una instancia que así lo nombre, ya sea la academia, la crítica o el mercado. Entonces, al entrar en esta esfera de privilegio, de inmediato viene una culpa inherente que se traduce en una preocupación por lxs otrxs. Al no aceptarse que el arte es todo aquello que puede realizar cualquier persona en su vida cotidiana, y robarse para sí el membrete de “artista”, quienes lo ostentan se sienten secuestradorxs con el deber social de pagar por este hurto. Así nace el llamado «arte participativo». Aún con eso, no podemos negar que la tan disputada etiqueta de “arte” es tan compleja que dentro de sus límites permite este tipo de prácticas, e infinitas otras, las cuales por fortuna jamás lograrán colmar el sentido más amplio de la etiqueta misma. Y en ese intento, lo que se nos hace visible en estos debates acerca de nosotrxs mismxs sigue siendo invaluable.

Breve disquicisión sobre la noción de culpa a manera de apéndice

El concepto de culpa es complejo, pues no solamente conlleva una carga jurídica penal, sino que también trae irremediablemente connotaciones de corte moral relacionadas ya no con el derecho como deber social, sino con un sentimiento interiorizado. Emparentados con la culpa, pero sin estas cargas morales, están los conceptos de causa y responsabilidad. Alguien puede ser causante de algún accidente, pero no por eso es su culpa. De igual manera, alguien puede asumir la responsabilidad de sus actos y sus consecuencias sin culpa alguna. Sin embargo, el concepto moral de culpa tiene algo que va más allá, algo que nos sirve perfectamente para explicar lo que sucede en el caso de los artistas contemporáneos. Se trata de un cierto peso con el que se tiene que cargar aún sin saber exactamente cuáles son las consecuencias de nuestros actos. Ésta es la forma en que lo desarrolló el cristianismo a través de siglos y siglos.

Ahora bien, rechazar o querer restarle valor a algo calificándolo de «cristiano» parece ya algo del siglo XIX. Aquel repudio a la religión descansa sobre una comprensión meramente materialista del mundo que sólo nos pudo dar el pensamiento utópico decimonónico. Hoy en día después del psicoanálisis, la complejidad, la deconstrucción y la decolonialidad, entre otras muchas aproximaciones, nos han dejado ver que el mundo es mucho más amplio de lo que el positivismo creía. Ni la ciencia ni la política han logrado resolver los conflictos mundiales, incluso han generado más cada vez. Del mismo modo, no se ha podido eliminar la fe como una práctica de muy diversas religiones alrededor del globo. Y es que, en comparación con el tipo de comprensión del mundo que ofrece cualquier religión rebasa por mucho a aquello que pudo haber sido elaborado hace apenas unos doscientos años en un arranque de la filosofía occidental por negar su pasado. No es por defender solamente el cristianismo, y menos aún la Iglesia que se encargo de hacerlo prevalecer por siglos. Pero los saberes religiosos en general son la acumulación de miles de años de desarrollo del conocimiento de la naturaleza humana y su entorno. Querer desecharlas como basura o ropa sucia es solamente un antojo que nos parece normal en un mundo en el que tendemos a hacer este tipo de operaciones de despido de todo aquello que nos desagrada.

La culpa, como uno de los tópicos cardinales del cristianismo tiene aún mucho que enseñarnos. Se trata de una condensación metafórica desarrollada por siglos acerca de la psicología humana. El psicoanálisis lo habría formalizado en sus propios términos como «malestar en la cultura». En la culpa quedan cristalizados tanto la vergüenza de haber cometido algún acto contra la sociedad a la que pertenecemos, como el temor a pagar por ello. Así, la culpa nombra la interiorización de un posible castigo que, a partir de un salto en el imaginario se convierte en una pena (en los dos sentidos del vocablo en español: vergüenza y castigo). La culpa de ser artista es una forma de pagar de antemano lo que conlleva la posibilidad del arte, tal como ha sido concebido en Occidente los últimos siglos: la de poder pasar por encima de todos los valores morales, sociales y hasta científicos con tal de orientar el espíritu humano hacia nuevos lugares. De esta manera, hablar de la culpa de ser artista no es una denuncia en sentido negativo en absoluto, en todo caso la experimentación de esa culpa puede servir como motor para la creación artística y quizá sea mejor hacerlo desde ahí que desde el cinismo. La culpa puede ser el arma más crítica de unx mismx si se sabe aprovechar. A este mecanismo Freud la habría llamado «sublimación».

 

*La imagen que acompaña a este texto pertenece al performance de Tania Bruguera llevado a cabo en 2009. Para más información sobre éste consulte: http://www.taniabruguera.com/cms/111-1-Autosabotaje.htm
Categorías Arte, Filias, Pensamiento

2 comentarios en “La culpa de ser artista

  1. y la culpa que te cargas como para no firmar tus ideas? perdón, supongo que lo tratarás en otro apartado.
    de mientras te digo que asumes un entendimiento profundo sobre el quehacer estético, y pretendes hacerlo de la manera más academicista posible, que nutres tu escrito con conceptos y definiciones para que no quede duda sobre lo que estás diciendo. Me resulta un amable ensayo preparatoriano, que requiere de mayor tratamiento, un orden que implica no sólo una introducción y un desarrollo, sino una conclusión bien fundamentada, por lo menos que se note que tu análisis se basa en algunas fuentes. Te pondría seis, pero como además no tiene nombre, tendrás que repetirlo.

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    1. fuente: él mismo ¿cuál es el problema? .

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