El gran vencedor: El triunfo de Marcel Duchamp

Este texto se posiciona, estratégicamente, como una lectura-otra o crítica-otra de la reciente exposición entre Marcel Duchamp y Jeff Koons, presentada en el museo de arte contemporáneo Jumex, y que lleva por nombre «Apariencia Desnuda», en referencia al texto escrito por Octavio Paz sobre el artista francés.
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Marcel Duchamp identificaba al menos dos tipos de ready-made: el puro y el ayudado. La primera clase corresponde a los ready-made cuya intervención es nula, es decir, aquellos ready-made que conservan toda su autonomía como objetos producidos ya-hechos sin que la técnica del artista intervenga en aquellos. Los ready-made ayudados, por su parte, son aquellos objetos que sufren la intervención del artista. En este sentido, básicamente todos los ready-made de Duchamp son ayudados, pero la mayoría con una intervención mínima («Portabotellas» o «La Fuente» son dos de los más puros, en oposición a «¿Por qué no estornudar, Rrose Sélavy?», que posee un trabajo más elaborado, lo que lo convierte en un ready-made ayudado). Todos ellos, al parecer, aún conservan su efecto de indiferencia, su malestar contemplativo.
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En lo que sigue, defenderé la tesis de que poner a dialogar los ready-made de Duchamp con las obras de Koons, que supuestamente son también ready-made, me parece un ejercicio contradictorio e insalvable. Dicho de otro modo, los ready-made de Duchamp son la antítesis de los «ready-made» de Koons, o al menos de aquellos que son expuestos en el marco de Apariencia Desnuda.
Para empezar, la contradicción antes enunciada emana de una paradoja ineludible: ser duchampiano es ser antiduchampiano. Recordemos que lo último que quería el artista francés era forjar una escuela, estilo o técnica. Al contrario, como él mismo lo confesó, limitó la producción de sus ready-made debido a la facilidad con la que podrían ser «hechos». Así, la contradicción que, a mi juicio, se encuentra entre Koons y Duchamp surge de esa inevitable paradoja. Pero para preservar algún sentido o voluntad inicial del ready-made duchampiano que, entre otros, no buscaba más que incomodar a la vista contemplativa, excesivamente retiniana, habrá que mencionar cómo aquella «intención originaria» aún continúa teniendo efectos en la experiencia estética y artística contemporánea. 
¿Cómo es que sucede esto? Fácilmente: a pesar del tiempo, a pesar de la estetización y absorción por parte del museo, del nombre y de sus obras, el espíritu duchampiano continúa fluyendo muy por encima de su fracaso, como lo enunció Hobsbawm. Los ready-made, como dardos contra todo lo que significa/ba arte, como les llama Octavio Paz, continúan inyectando su veneno: aquél que agota y vulnera el buen gusto. Koons, por su parte, provoca el efecto opuesto: el fetiche, la fascinación, el morbo. En este sentido, también se recalca el éxito de Koons: provocar una experiencia estética banal e irrelevante, lúdica y contemplativa. Siguiendo la tipología duchampiana, el ready-made de Koons es más que ayudado, es totalmente producido, mucho muy lejano a lo que buscaba Duchamp. 
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La curaduría reza que ambos tienen un punto de encuentro en el altísimo y abstracto concepto de lo erótico, como si dicho tema no fuera una de las constantes cuasi naturales de la historia del arte. Como si no se pudiera relacionar, casi cualquier cosa con casi otra cualquiera, sobre dicho punto. A pesar de eso, y desde mi perspectiva, no existe conexión teórica más que la de un mero capricho comercial de quien se identifica heredero de las modificaciones duchampianas, como sucede con varios casos del arte contemporáneo.
El título de este texto menciona un ¿triunfo? muy claro: el de Duchamp y su fuerza irruptiva. Una vez más, a pesar de 100 años de estetización, el desprecio que emanan las formas simples, industriales e irrelevantes de sus ready-made, continua vigente. Con total indiferencia hacia Duchamp, el público se avecina frente al monumentalismo de Koons, frente a sus alegorías profanas y populares. En este punto, nuevamente el triunfo es compartido: Koons gana, del mismo modo, pero en sentido opuesto. Los focos, las luces, la órbita de la especulación: todo gira en torno a sus obras. Duchamp, austero y ajeno, se mantiene en el espacio de las sombras. Y es que, aunque se intente tildar a ambos de producir ready-made, el error está en suponer que son lo mismo. En Duchamp el objeto de su representación es él mismo, en Koons existe un amplio trabajo por modificar diversos materiales para representar objetos cotidianos o Pop. Duchamp retoma y elige el objeto, Koons y su taller lo producen.
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Ciertamente el erotismo se encuentra trabajado a lo largo de la obra de Duchamp, sobre todo en los ready-made. Así, con el mismo tema, millones de obras de múltiples artistas. La comparación frágil con las piezas de Koons no hace más que evidenciar la necesidad de usar a Duchamp para explicar cualquier obra que no contenga un discurso propio que la fundamente, aunque no lo necesite. Otra vez: dicha contradicción parte de una lectura propia sobre los esfuerzos duchampianos por deconstruir los circuitos clásicos de la experiencia estética, fuertemente relacionados con la visión, el ojo y la contemplación. Sus ready-made son dispositivos de irrupción, son un corto circuito. Ante la indiferencia presenciada, parece que su fuerza aún no se agota. Y dicha intención no es compatible con la de Koons.
Mientras que las piezas de Duchamp fueron objetos cotidianos y elegidos para entrar a los espacios exhibitivos y reservados a la obra de arte, los de Koons son obras producidas y realizadas que representan objetos de la cotidianidad, pero no son ellos mismos. En el caso de Duchamp, el ready-made es el objeto y su representación, y lo que él altera es su función. Koons, por su parte, es un productor y un hacedor de arte plástico.
Digamos que Duchamp es un artista que reconfiguró el frágil telos de los objetos, incrustados en una linea de producción y consumo por parte del capitalismo, e interrumpió su circulación. Su trabajo puede ser ampliamente leído desde diversos enfoques, desde el ontológico hasta el lingüístico. Koons, en contraste, es un artista que sabe hacer dinero, y tal vez hacerlo con la vacuidad más simple sea su gran mérito.
*posiblemente continuará* 
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Categorías Arte, Duchamp, Filias, Notas

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