A nuestros amigos, de parte del Fólder 001
En el conversatorio de la semana pasada de GASTV en el MUCA Roma, donde se encontraba presente un representante de la cooperativa Cráter invertido, éste mencionó en algún momento una frase que puede dar lugar a muchas ramificaciones. Dijo que el proyecto de Cráter se basa sobre la “imaginación radical”. A partir de esta mención, poco importa ya lo que haya querido decir quien lo expresó, tampoco si los demás miembros de la cooperativa en cuestión lo comparte. Este texto es una derivación de tal frase puesta en relación con las experiencias que algunos de los participantes del Fólder 001, fanzine de la Facultad de Filosofía y Letras, han tenido en derredor del Cráter. Al ser así, este texto no habla forzosamente del Cráter “real”, sino de la idea de él; una idea que no les pertenece a ellos ni a nadie, sino que está ahí para ser apropiada, siguiendo la propuesta de la imaginación radical a la que hacen referencia. Sirva este texto también como reflexión, reseña o respuesta a lo que pudimos extraer del conversatorio:
El Cráter se ha convertido en una heterotopía como la definía Foucault: un espacio que puede devenir cualquier otro en uno o varios momentos. De lugar de exposición se puede convertir en aula de aprendizaje, estudio de tatuajes, foro de tocadas underground, auditorio de asambleas políticas activistas; puede usarse en su totalidad para un evento o fragmentarse en distintos espacios pequeños, cada uno de los cuales puede proponer un mundo. Los nombres de los integrantes del Cráter uno los puede encontrar en internet tecleando en google el nombre del colectivo, pero estos nombres en realidad podrían ser sustituidos por cualquier otro de los que alguna vez hayan visitado la sede del Cráter. Si bien existe este grupo que sostiene el lugar, la mayor parte de las veces con demasiados esfuerzos, no son forzosamente ellos quienes componen las piezas que se generan ahí. Ellos son una pieza más, un elemento o recurso humano entre otros que además dividen su tiempo para proyectos individuales y colaboraciones en otros espacios y con otros colectivos. Como individuos, o artistas individuales, los miembros son también parte de la sociedad del rendimiento que los obliga a autoexplotarse vendiéndose a quien se pueda y donde se pueda, como cualquiera de nosotros. Pero el Cráter ha devenido algo más grande que ellos, los rebasa como artistas individuales, incluso como grupo de individuos. El Cráter se ve atravesado no sólo por los artistas que lo sostienen económica y administrativamente, sino por la imaginación de éstos y de cada uno de los que de alguna manera han participado de su actividad, aunque sea como visitantes o espectadores; incluso por la de aquellos que siquiera han tenido noticia de su existencia. En ese sentido, el Cráter deviene heterotopía. La imaginación es el recurso.
En México estamos habituados a la lógica de las mafias y los clubes de exclusividad que se encuentran desde las más altas esferas de gobierno, empresas y narcotráfico, pasando por la academia, los sindicatos, todo tipo de institutos, hasta los grupos más minúsculos y underground de activistas o pequeños colectivos de bandas musicales o grupillos de amigos en general. Todos éstos se rigen por la lógica de la élite y la exclusión; por el compadrismo y no por una apertura hacia agencias externas que pudieran aportar algo a los propósitos que cada uno de estos grupos pueda tener. Esta lógica a la larga termina por pudrir cualquier tipo de colectividad desde dentro por dos razones: 1) que a los internos al grupo pronto se les acaba la creatividad por falta de influencias externas y terminan repitiendo lo mismo; 2) que los externos terminan por claudicar en su intento por aportar algo o en el mejor de los casos hacen su propio grupito bajo la misma lógica. Así, en México pareciera que si uno no hace su propia mafia, basada en el resentimiento hacia los otros, no hay oportunidad de hacer nada: el que no tranza no avanza. El Cráter, como heterotopía, pareciera ser una excepción, pero lo es quizá más por accidente que por planeación.
Como colectivo de personas evidentemente se ve enfrentado a los egos de sus participantes que pueden llegar a contradecir la idea, pero por las contingencias históricas donde el Cráter se vio involucrado en movimientos sociales, este tipo de cosas se ha visto superado por la circunstancia. El Cráter parece más bien haber resultado un asidero de muchos sueños frustrados no sólo de artistas independientes, sino de cierta juventud ciudadana del DF. Una vez echado a andar, el Cráter devino más grande y fuerte que cualquiera de sus integrantes, incluso muchas veces en los proyectos que surgen de ahí sólo participan uno o dos de ellos. Al basarse en la asamblea, ésta se los comió y eso es lo que ha nutrido al proyecto a partir ya no sólo de los miembros “oficiales”, sino de todo lo que se dice y se hace ahí.
Por supuesto, si se logró esto no fue por mera casualidad, pero no es tampoco algo perfectamente planeado. Fue más bien desde la inocencia política que a todos nos envolvió en el 2012 y el #YoSoy132 entre muchas otras cosas. Afrontemos que lo que ahí se jugaba no era algo político en sentido gubernamental, sino algo más relacionado con las políticas de la imaginación. Si el Cráter deviene heterotopía es por esa inocencia de niño que aun cree que se puede transformar el mundo, que otro mundo es posible. Ahí es donde reside la imaginación radical del Cráter. Como la habría definido Castoriadis, ésta es la capacidad de invención absoluta, creación de la nada. En el Cráter se logra por medio de la práctica del delirio o la deriva mental constante.
Todo es posible en la imaginación. El Cráter, a partir de esta premisa se ve poblado de infinidad de criaturas que van desde activistas trasnochados, artistas en proceso de consolidación, hasta simples yonquis, vagabundos o soñadores. Unos devienen otros de un momento a otro en el Cráter y pueden regresar o no a ser lo que eran. Eso ya depende de cada quien. Tal vez un aspirante a artista deviene un simple ebrio ridículo mientras que un estudiante de cualquier carrera deviene crítico de arte o curador aunque sea por un segundo (sin que sea mejor o peor llegar a ser una u otra cosa). No es casualidad que en la obra del Cráter destaquen tanto las caricaturas. Todos devenimos caricaturas ahí. El artista pseudo-genio deviene una caricatura, sí, pero también el político, el burócrata y el revolucionario. Snoopy puede estar al lado del Che Guevara o el filósofo Sócrates; el poeta junto al niño o al perro. Imaginación radical es inocencia infinita que puede provocar una revuelta o bien detener una guerra (a la manera del Manneken pis). Los dibujos infantiles que podrían parecer una tontería realmente lo son. Y esta asunción de la ingenuidad propia no sólo permite una liberación, aunque sea temporal, de las cargas sociales, sino lo más importante es que invita a hacer lo mismo con lo que puedas y con lo que tengas.
Frecuentemente en las asambleas y reuniones del Cráter hay mesas con pliegos de papel donde cualquiera puede dibujar lo que le venga en gana mientras participa o escucha (o mientras no hace nada). Ahí es donde emerge la imaginación radical; una imaginación sin propósito alguno que, por lo tanto, no puede fallar; una imaginación que no le pertenece a nadie. Los dibujos pueden ser intervenidos por cualquiera. El lápiz, pluma o plumón y el papel en blanco son los instrumentos característicos del niño. Aquí se vuelven materiales artísticos. El arte, a su vez, se desvela como un juego de niños, algo que cualquiera puede hacer, inventar, o, en todo caso, creerse. El curador, el crítico, el artista o el estudiante quedan expuestos como simples delirantes que crean su mundo, pero uno que puede llegar a ser muy complejo. La imaginación es el recurso que cualquiera puede usar en cualquier momento; ya sea para fugarse y dejar de ser lo que es o para comenzar a ser lo que quisiera. La radicalidad, por su parte, es la invitación a pensarlo todo desde el principio, sin códigos predeterminados, sin prejuicios; o quizá más bien a dar cuenta de que no se puede pensar sin códigos ni prejuicios y entonces asumirlos desde la raíz, y como raíz, para devenir cualquier cosa a partir de ahí. Imaginación radical para devenir no ya comunidad, sino co-multiplicidad; formar no una unidad en común, sino una jauría, avalancha, multitud, caricatura.