Cuenta la leyenda que en un inicio las hembras de la especie humana fueron las únicas diosas. Cuando el poder de asociación y memoria, después llamado raciocinio, no se había desarrollado tanto, aquella criatura que hoy llamaríamos «ser humano» no había logrado vincular la relación sexual con el embarazo. Entonces la hembras eran adoradas de forma absoluta, pues ellas guardaban el secreto de la generación de nuevos individuos de la especie. Una vez que se conecta racionalmente el acto sexual, donde participan ambos sexos, con el nacimiento de nuevos seres, entonces comienza la dominación del macho sobre la hembra que conocemos hasta el día de hoy. Ahí inicia también la instauración del género para mantener de la forma más clara posible la diferencia entre hombre y mujer junto con todos los deberes y obligaciones que esto conlleva. Incluso ahí inicia la posibilidad de contar esta leyenda que acabamos de resumir muy abruptamente.
Si la narración anterior es «verdad» o no, es lo de menos. No podemos saberlo y quizá ni siquiera importa. Lo relevante es que esta relación género-sexo marca determinantemente una historia que actualmente tenemos la posibilidad de modificar. Para ello, hay que ir más lejos que simplemente aquella disputa entre qué fue primero si el género o el sexo, para señalar que la cuestión fundamental de la noción de «lo femenino» es que está absolutamente aunado a la cuestión de la vida, de la creación. Lo que está en juego entonces en la feminidad es la supervivencia del ser humano. Por ello, las mujeres, que hoy acompañaríamos de la etiqueta de «biológicas», son objeto de disputa. Pues, bajo esta lógica, de ellas depende el destino de toda la especie. Quien controla a las mujeres controla el futuro de la humanidad, se diría bajo esta lógica [el papel de la homosexualidad en esta disputa lo desarrollaremos en otra ocasión].
Durante milenios y milenios las cosas se mantuvieron bajo innumerables variantes de esta misma estructura. Sin embargo, si hoy podemos pensar más allá del género es porque existen tecnologías que pueden prescindir de la relación sexual hombre-mujer biológicos para la supervivencia. Por supuesto, actualmente existe la inseminación artificial, pero más allá de ello, hoy en día lo que podríamos llamar la «fecundación remota» o una especie de «inseminación artificial a distancia», se lleva a cabo prescindiendo totalmente de los cuerpos sexuados biológicamente, a través de memes, implantaciones de pensamientos, comportamientos, estilos de vida, vestido, habitat, etc. Así se mantienen vivas ahora culturas enteras y se aniquilan otras. Ya no es necesario realizar una guerra para cortar cabezas y miembros de hombres biológicos y quedarse con las mujeres, también biológicas.
Aún con lo anterior, podemos pensar más allá del género, pero no podemos pensar más allá de la supervivencia biológica. Aunque en realidad la razón pueda realizar este tipo de operaciones, y por ello no es casualidad que la razón haya sido durante tanto tiempo dominio del género masculino, lo cierto es que esas abstracciones de las que se deriva toda la filosofía, la ciencia y el conocimiento humano en general, no pueden jamás acercarse lo suficiente a la realidad del mundo físico y corporal. Éste último siempre escapa y lo hace bajo la forma del deseo. Por ello, a pesar todos los supuestos avances humanos, sigue y seguirá habiendo guerras, conflictos de poder, dominio de unos sobre los otros, etc. Quizá la única salida, que no por ser salida es algo bueno o deseable, es pensar la vida más allá de la biología, a la manera de Nietzsche. Sólo así queda al descubierto la cuestión de la creación por sí misma. La consecuencia trágica de ello es que nosotros como seres humanos, en esta concepción, quedamos totalmente perdidos y sin ninguna importancia para el desarrollo de la vida.
y cómo piensa nietzsche la vida más allá de la biología? no queda claro en la nota…
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