Aunque este libro tiene fecha de publicación de 2019, aprovecho tres cosas para hacer esta reseña un tanto tardía. La primera es que en estos días se acaba de publicar una entrevista a la autora en donde el eje de la misma es precisamente el del libro. La segunda es que hace también relativamente poco, en el mes de julio de este año, Miroslava Salcido fue partícipe de la presentación del libro de mi autoría Adiós al arte contemporáneo, ¿viva el arte anacrónico!, en el evento Kittiny wax de Biquini wax. Sobre todo por esto último, lanzo esta nota también como un gesto recíproco no solamente en agradecimiento, sino también como una forma de establecer diálogos nutritivos entre posturas afines. Y la tercera es que, sin obedecer a las premuras de la novedad tan ligadas a la lógicas del capital pero también del progreso, dada la naturaleza de posiciones como la suya –como quedará más claro en el desarrollo de este texto–, siempre hace falta insistir en ellas frente a las fuerzas que pretenden bloquearlas bajo descalificaciones desde cualquier supuesto saber. Por fortuna con la autora comparto no sólo ideas, sino también un modo de ejecución de la práctica filosófica al grado de que hemos participado de dos eventos donde ése ha sido uno de los ejes: Imaginación política: Encuentro internacional y el Coloquio experimental “Filosofía pop y nuevas imágenes del pensamiento”.
Bajo esa misma comprensión, y, como Salcido misma lo aclara desde las primeras líneas, su libro se sitúa en una zona intersticial entre el arte acción y la filosofía. Se trata, como también lo dice ella, del resultado de un esfuerzo de años de trabajo en ese territorio que, aunque puede parecer inexplorado, quizá no lo es tanto. Y tal vez no lo es porque precisamente las preguntas que plantea el propio libro nos pueden llevar a cuestionar aquella línea divisoria entre uno y otro campo del saber y del hacer. Desde esta posición, en su propio preguntar va abriendo un camino por el cual transitar a la vez que unx va avanzando en la lectura. Pero por esa misma cualidad experimental y experiencial, se trata de una filosofía-performance que se sabe precaria, e incluso podríamos aventurar, solitaria desde el principio. Sui generis cuando menos. Y es que lo que nos recuerda Salcido es que, sin importar aquellas voluntades de separarse del cuerpo que han caracterizado a la filosofía desde sus inicios, éste siempre retorna para clavarnos su estaca trágica: nadie filosofa sin un cuerpo.
La filosofía del performance de Miroslava Salcido se convierte en una filosofía de la filosofía misma, en el sentido de que reflexiona sobre el mismo quehacer de lxs filósofxs más allá de esta disciplina como profesión especializada en que se ha convertido hoy en día. Y es que ¿acaso no toda filosofía ha sido siempre performativa? ¿Y si el famoso mundo de las ideas no fue desde el principio sino un gran performance para escenificar una fuga de las violencias que supone la dominación sobre lxs cuerpxs, siempre tan presente en la historia de la humanidad, al menos Occidental? ¿No dar clases, de filosofía, o cualquier otra parcela de la academia, es ya de por sí hacer performance? Pero si todas estas preguntas tienen sentido, en todo caso lo que la autora hace es recordar eso que tanto se nos olvida. Y no sólo ella, pues nos habla de una comunidad internacional que lo intenta. De hecho, ese espacio liminal entre filosofía y performance, que podríamos decir que teatraliza de alguna manera aquel umbral que inexorablemente emerge en en las ontologías dualistas, ha sido nombrado ya como philo-performance, o bien filo-perfomance, por el Labs Research Group, según da cuenta la misma Salcido.
Es verdad que la filosofía siempre se ha encarnado, su campo es la vida misma. Pero ¿por qué ahora se tiene que poner en escena? Una vez más, porque se nos olvida; porque en las aulas académicas actuales, aunque son ya de sí escénicas en muchos sentidos, no se le da ese acento. Al ver las asignaturas como mero discurso que se debe transmitir, se deja de lado que todo se toma de quien viene y cómo lo ejecuta. La escena performativa es un desdoblamiento más de la filosofía, tanto así como el discurso o la escritura, pero ¿de qué? No de un espíritu universal que tiene un curso único y lineal en su despliegue, sino de una potencia creadora inconmensurable e impredecible. Y es por eso que hay que, una y otra vez, sacarla de los formatos que intentan determinar sus trayectorias. Más aún, hoy que parece que todo tiene ya su propio lugar, vale la pena por lo menos aprender a colocarse entre los límites, entrecruces y vacíos; o generar estos espacio-tiempos, quizá al menos como performance, tal como lo concibe Salcido en este libro.
Miroslava piensa desde los intersticios de su propia obra, trayectoria y vida. Tiene que transitar entre disciplinas para mostrar las fisuras y aperturas, tanto de unas como de otras, así como los pasadizos entre ellas; más pereciéndose a un errar que dibuja el propio camino de ella como filosofía/artista que a una carretera ya empedrada para transitar sobre ella con suelo plano. Como lo señala, su escritura tiene algo entre autobiografía y confesiones también. Mezcla pasajes de su propio hacer artístico porque, coherente con su propuesta, le es inevitable la autoexposición, autoexploración; volverse vulnerable en su propia escritura, algo a lo que en las instituciones del saber se le teme tanto. Lo hace porque es de ahí donde emergen esas líneas de texto y no meramente de un ejercicio mental. Su práctica queda expuesta así también al juzgar de lxs lectorxs, en un nuevo despliegue, ahora literario. Pero con ello se nos abre ahora otras serie de preguntas: ¿acaso no escribir es también un performance? ¿A qué hora lo hacemos, con quién, cuánto tiempo le dedicamos, pasa primero a mano, cuántas veces lo releemos y reescribimos? La escritura es huella de todas esas acciones concretas. Convive, por supuesto, con otras de nuestras actividades cotidianas, y toda nuestra cotidianidad es una gran performance del que nosotrxs mismxs somos tanto ejecutantes como público. Ese personaje que nos construimos, no importa dónde y en qué formato deje sus huellas, quizá terminarán por definir el todo de lo que si acaso alguna vez fuimos.
Por supuesto, en el libro no se deja de lado una revisión de aquellos acontecimientos que dan emergencia al tipo de manifestación que a Salcido le interesa, que podría rastrearse como conferencia performativa, si lo vemos como subgénero del performance, y que tiene antecedente claros en Antonin Artaud y su recepción por lxs beatniks, y más tarde otras figuras como Gustav Metzger, La Monte Young, Henry Flint, Joseph Beuys, Dan Graham, entre otras. Y como ejemplos actuales nos habla del Hemispheric Institute of Performance and Politics. A través de ello, da cuenta de una necesidad que forzar las fronteras establecidas entre los tipos de arte establecidos. Y es que no sólo es necesario hoy, como siempre, una sacudida al régimen de la normalidad y moralidad que modula nuestros cuerpos, es también cierto que aún hoy, después de aquellos esfuerzos de la contracultura del siglo pasado y la ruptura internada por la posmodernidad, no podemos negar que cargamos con una gran cantidad de patrones en que seguimos imbuidxs, tales como el logocentrismo, o el patriarcado, aún más amplio, por desgracia aún parte cardinal de nuestra existencia. Por lo menos así es en los conocimientos aceptados por las universidades, pero también en las prácticas institucionales del arte. Algo tan sencillo como los saberes sensibles sigue siendo novedoso en muchos de esos lugares.
Para algunas personas podría parecer que el arte del performance ya pasó de moda o por lo menos ya no causa el mismo impacto que antes. Sobre todo si lo ubicamos simplemente como una corriente más de la segunda mitad del siglo XX. Pero estaremos de acuerdo en que si hacemos este tipo de periodicidad en el arte es porque probablemente nunca comprendimos nada del mismo. La cuestión cimbra: ¿es que nunca hemos sido tocadxs por alguna obra de tal modo que toda esta forma de concebir nuestro día a día, y nuestro rol social en él, se haya visto suspendido aunque sea por un instante? Seguro lo hemos vivido, pero tendemos a olvidarlo. Es por ello que para Salcido el arte del performance, por su puesta en juego del cuerpo, en todo su riesgo, encarna esa posibilidad del arte. Y frente a aquellas fuerzas que intentan siempre pasar a algo más, para dejar atrás lo que incomoda, nunca estará de más sostener algo de transgresión ante su rostro pálido. Y es que, aunque la invención del performance se haya dado ya varias décadas, no por ello su emergencia pierde vigencia, como si se tratara de un contenido más de las formas del arte. Evidentemente el performance es una forma; y éstas, una vez que emergen son un recurso vivo y con potencia propia. De esa fuerza nos habla la autora.
Por su corporalidad irrecusable, el performance está convocado, para Salcido, tanto al acontecimiento como a hacerse cargo de su contemporaneidad. Ahora bien, en esta obra se usa el término “contemporáneo” de la forma en que yo uso “anacrónico”, aunque a simple vista pudieran parecer irreconciliables estas dos posturas. Siguiendo la línea de Giorgio Agamben, lo contemporáneo, para Salcido, es poner en tensión el tiempo presente y no su contrario, que sería solamente montarse a las tendencias actuales. Sobre todo, y lo dice textualmente varias veces en su desarrollo, ser contemporáneo es no es obedecer a las leyes del mercado; pese a que hay una tendencia supuestamente crítica del arte que equipara el arte contemporáneo con el arte neoliberal, valiéndose del puente de la libertad como discurso que atraviesa a ambas esferas. Pero por fortuna hay un tercer término en el que la concepción de Salcido de lo contemporáneo y la mía de anacrónico se unen. Se trata de lo intempestivo, una noción que ambos recogemos de Nietzsche. Este acercamiento nos deja ver que si la crítica hace falta no es para denostar las aproximaciones de nuestrxs colegas por no seguir exactamente nuestras rutas del pensamiento o la acción, sino para vincularnos, y sumar fuerzas, en todo caso, frente a, por lo menos, uno de los poderes que en nuestra época todo lo subsume, desvanece y destruye: el capitalismo. Lo que se destruye es la posibilidad de la experiencia.
Por su parte, ¿qué es un acontecimiento? Para Salcido es lo incalculable que se da en el encuentro de los cuerpos. Hoy en día esto inconmensurable quizá ni siquiera tiene que pasar por el tiempo de transgresiones que intentaron lxs performancerxs de las décadas pasadas. Me atrevería a decir que nuestra sociedad ha llegado a un punto tal de programación que tan solo establecer una conversación inesperada con algunx desconocidx, o incluso tocar algún tema incómodo con las personas más cercanas, ya sería demasiado provocativo. Por lo que nos aferramos tanto a continuar nuestra normalidad es precisamente porque tememos a lo incierto que puede emerger a partir de ello. Salcido insiste, en una suerte de eterno retorno retórico, o ritornelo, sobre el cuerpo; como si a través de las líneas de su escritura quisiera lograr tocar a lxs espectadorxs. Y lo hace, al menos por momentos, cuando en su escritura se expone a sí misma como pensadora/escritora/artista que puede fallar, que falla de hecho; que asume su tarea trágica; que incluso nos pide olvidar el libro; que juega con ese entrar y salir del texto. Se arriesga y pone todo su ser en hacerlo. Hasta que lo logra. Pero claro, eso depende también de que lx lectorx se abra a esa experiencia, como siempre. Jamás hay garantía. No es como aquellos diseños de experiencia que nos quiere vender el marketing. Entre Salcido y su lectorx tiene que nacer una complicidad para que se dé el tocar. Esa complicidad es la de saberse perdidxs en el absurdo, en el abismo, en esta existencia desfundada y precaria en todos sentidos. Pero, si acaso existe también una riqueza, no puede emerger sino de ahí, fruto del saberse arrojadxs a la nada. Entonces todo se vuelve suculencia.
*La imagen que acompaña esta entrada es un fragmento de la portada del libro.
