La lectura de Adiós al arte contemporáneo, ¡Viva el arte anacrónico!, de Mario Morales, me ha hecho recordar varias discusiones sobre la contemporaneidad del arte, que desde las artes estéticas, nunca dejan de ser temas recurrentes de discusión. Es un libro que si bien, como aclara el autor, no busca ser polémico, sí busca ser disruptivo en su propuesta: digámosle adiós al arte tal como se ha conceptualizado hasta este momento, y démosle cabida a otro tipo de ordenamiento de lo estético.
Como bien dice el autor, ser contemporáneo significa “estar acorde con el tiempo”, es decir, “no se puede pensar ser contemporáneo si pensamos que nuestro tiempo no es compartido con el de los otros.” Somos contemporáneos los unos de los otros. Así, un arte contemporáneo podemos entenderlo como una experiencia compartida por aquella humanidad que se inscribe en las experiencias conjuntas del tiempo y sus actividades.
Con respecto al arte contemporáneo y, como señala este libro, es fundamental el momento en que las Vanguardias llevan el arte hacia la vida. En un movimiento de, por un lado, sacar al arte de los encasillamientos del museo y de, por otro, ingresar gestualidades, objetos y prácticas de la vida al museo. Es en esta tensión dialéctica que el arte contemporáneo institucionaliza un discurso del cual nunca ha logrado salir: el afuera y el adentro del museo y la validación que esto supone. Tal tensión es clara en el gesto del orinal de Duchamp. Es aquí que el arte contemporáneo también funda la noción de un mercado en el que se paga, no necesariamente por la calidad de una obra si no por el valor que obtienen al ser procesado por la institución que valida al arte: la galería y el museo. Es decir, el arte no está frente a sí mismo, sino frente al mercado. Bajo esta disyuntiva, el autor se ha dado a la tarea de pensar y proponer otro paradigma que pudiera regresarle al arte su expresión primigenia.
Si bien, como se ha señalado, el ser contemporáneo es en esencia estar “a tiempo con los otros”, también, como apunta Mario a través del filósofo Giorgio Agamben, pudieran existir resquicios en la etiqueta “contemporáneo” que vale la explorar. “Agamben argumenta que es contemporáneo quien no coincide a la perfección con su momento histórico,”… “como en el mundo de la moda, lo contemporáneo se mantiene permanentemente en una tensión entre lo que aún no es aceptado y lo que ya está obsoleto.” Es decir, lo contemporáneo se encarga de ser también un poco anacrónico. Si bien en la primera parte del libro nos encontrábamos en una exploración del arte mucho más apegada al desarrollo de las artes plásticas y la estética, en la segunda parte se retoma a la semiótica, la filosofía y la iconografía para adentrarnos al mundo de las imágenes.
Resulta clave para este escrito la obra de Aby Warburg, Atlas Mnemosyne, como el ejercicio fundacional de una nueva iconografía. En dicho Altas, Warburg, colecciona imágenes que han sido colocadas en tableros bajo asociaciones estéticas y visuales, que se liberan de las relaciones históricas, estilísticas, cronológicas o de cualquier lógica previamente establecida. Georges Didi-Huberman, gran estudioso del trabajo de Warburg y de Fra Angelico, habla de dichas obras como lugar donde ocurre un “anacronismo de las imágenes”. La imagen para Didi-Huberman, dice el autor, “es atemporal por esencia. Al tratarse de una huella impresa que permanece en el tiempo, pareciera estar fuera este, y situándose ahí, en una esfera separada del tiempo, permite la construcción de no solo una, sino de infinitas historias. Didi-Huberman lo identifica como la operación del anacronismo”.
Como ejemplo de cómo pudiera ser una muestra de arte anacrónico, Didi-Huberman propuso la exhibición denominada Sublevaciones, la cual se montó en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo de la CDMX en febrero del 2018. En dicha exposición, por ejemplo, siguiendo el sentido del levantamiento como un gesto material y político, se podrían ver bajo cualquier formato: foto, pintura, video, performance, objetos, etc., obras que más bien tendrían una vocación relacional: el levantamiento como el registro de la ascensión de unas hojas impulsadas por el viento, a la par del testimonio gráfico del alzamiento político de una comunidad, junto con el registro audiovisual del levantamiento de un cuerpo durante un ataque histérico. “La exposición da saltos entre formatos, artistas, manifestaciones culturales, épocas y lugares geográficos,” nos dice Morales. Se trata, como bien señala el autor, del gesto opuesto a la inserción del urinal de Duchamp en el museo, en el cual, un objeto X ingresa al museo por elección del artista y lo convierte, en esta ecuación, en arte. En el caso de Sublevaciones hablamos de productos, objetos y gestos, que se introducen al museo por la fuerza misma que ellos mismos contienen en su correlación uno de otro, borrando de alguna forma, la idea de que han sido seleccionados “privilegiadamente”.
Radicalizado a Didi-Huberman, Morales propone un arte dislocado de su tiempo, tanto de producción, de recepción como de interpretación. Entones el arte anacrónico:
- Es un arte que no se encuentra en un museo o en una institución, sino que más bien “ es una arte que nos encuentra, nos busca, nos toca y nos transforma.”
- Es un arte que se “hace cargo de los tiempos individuales y sociales, abriendo al tiempo en sus infinitas dimensiones.”
- Es un arte que difumina la frontera entre productor y espectador.
- Es un arte que improvisa en el sentido que se libera de las formas y los estatutos de lo que se podría denominar arte contemporáneo. En este sentido, el arte anacrónico, contrario al arte contemporáneo, se aloja “más allá del tiempo.”
- Es un arte que incluso pudiera liberarse del artista, no depende de la idea de autor y pudiera ser generado por una “máquina de arte o pulsión artística.”
- No es un arte que busque la universalidad o que cualquiera pueda asimilar. No es un arte trascendental, no es arte que refleje las potencialidades más altas o profundas del ser humano. No es la máxima expresión técnica de una idea o concepto (lo cual borra la idea del estudioso y del virtuoso).
- Es un arte que borra las nociones de arte lineal y progresivo, por lo tanto se libera de conservadurismos.
- Es un arte que no se posee.
- Es un arte de expresiones mínimas: gestos, huellas, marcas, supervivencias.
Con el arte anacrónico, propone Morales, no se está dando cuenta de un nuevo paradigma en el arte, sino, de un nuevo paradigma en la mirada.
*Alejandra Osorio Olave es profesora/investigadora del Departamento de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Cuajimalpa.
**La imagen que acompaña este texto es un fragmento de una obra de la autora y artista Alejandra Osorio Olave, titulada Cósmica, y la reproducimos completa a continuación:

***Este texto fue leído como parte de la presentación del libro en el 1er Coloquio de Diseñologías «Pulsiones y auscultación: estado actual del diseño».
****Descarga el libro completo aquí.
