¡Bárbara transBarbie!: Comentario a la película de Greta Gerwig

Es verdad que Barbie es una película comercial que podría ser reducida al intento por reposicionar una muñeca, o al menos darla a conocer, a las generaciones más jóvenes de mujeres o gente que se identifica como tal, en un mundo cambiante y despiadado con cualquier cosa que no le siga la pista a los humores de la moda. Pero lo anterior solamente podría sostenerse desde una visión general en la cual ni siquiera sería necesario sentarse frente a la pantalla durante 114 minutos para deducirlo. Más allá de ello, observando el filme con el suficiente interés, es posible que podamos más bien clasificarla como una película de arte en el sentido clásico de que se pregunta por lo que significa hacer cine a la vez que lo lleva a cabo. Es decir, hay motivos para defender que Barbie no usa el dispositivo cinematográfico como un mero medio para transmitir un contenido, sino que lo pone en cuestión y en riesgo a la vez que lo usa.

Al comenzar con aquella parodia de Kubrick desde la primera escena parece autodeclararse desde el lugar de la crítica en varios niveles. Se plantea, mínimamente, como un documento vivo sobre los debates actuales que pueden hacer que cambie completamente la forma en que habíamos concebido el cine antes, una historia compuesta en su mayor parte hecho por, o por lo menos desde y para, los hombres. En ese sentido, Barbie no es una película que siga solamente una línea mercadológica que simplemente adhiera algunos gestos interesantes por su relación con los movimientos y cuestiones feministas. Al revés, hay elementos para comprenderla incluso como una obra subversiva que tiene algunos detalles que la hacen colocarse en el circuito comercial al cumplir con un mínimo de requisitos para ello. Entre esas cosas están, por supuesto, una serie de actorxs involucradxs, pero también la marca detrás del título. Trabaja entonces desde la lógica de la infiltración.

Es cierto que, en la desesperación por actualizarse, la corporación recurre a lo más bajo: tratar de apropiarse de las resistencias contemporáneas para montarse sobre estos discursos como si estuviera de su lado, pero con el afán de extraer el mayor beneficio posible de estos sectores que permanecen siempre un tanto desconocidos por el mercado. Esta estrategia es ya un cliché y siempre funciona hasta cierto punto. Pero lxs trabajadorxs de las industrias creativas también saben que la sensibilidad lxs espectadorxs se vuelve cada vez más fina y rápidamente capta este tipo de artilugios baratos. Y entonces se cae en un ciclo en el que a su vez las técnicas de dirección de subjetividades tienen que hacerse más sutiles. Pero también hay momentos en que se abren portales o se quiebran umbrales, tal como aquél que, en la trama, lleva a Barbie al mundo real; donde aquellos subestratos que se creían sencillamente dispuestos a ser domesticados terminan por permitir transformaciones a gran o pequeña escala. Esto sucede como parte del guión, pero también fuera de la proyección de la sala oscura o tecnología cualquiera en que se digne a aparecer la creación de Greta Gerwig.

En Barbie podemos tranquilamente encontrar una reinterpretación del concepto de ideología de Marx, así como incluso el mundo de las ideas de Platón, solo que en este caso cobran un giro epistemológico hacia el género. Si pensamos que Barbieland se trata precisamente de aquel lugar imaginario en el que, en primer término, las cosas no cambian y, en segundo, sirven como fundamento para las condiciones materiales actuales, comprendemos que efectivamente este paraíso puede ser, por un lado, un engaño, pero también una posibilidad para soñar con la perfección, jamás alcanzada y con más disonancias y fisuras que acabada y completa, tal como los anhelos de la filosofía han llegado a ser en Occidente. Esa munda otra, que es Barbieland, viene a colocarse en ese ambiguo estatuto que deja muy claro el relato de Barbie llegando a conocer a los habitantes de este mundo inmundo.

Es verdad que en su materialización pudo la directora haber llevado mucho más lejos algunas de sus insinuaciones revolucionarias. Pero también es cierto que son tantas de ellas que el poco espacio justamente permitía más bien dejarlas como provocaciones en lugar de desglosarlas por completo. Y, en ese sentido, exigirle una explicación argumentada y certera no sólo es problemático al tratarse de una pieza artística, sino que nos ligaría más a aquellos mandatos masculinos que con aspiración de control no pueden dejar ningún cabo suelto. En lugar de eso, encontramos una pléyade desafiante con un humor bastante perspicaz. Algunos ejemplos:

1) El pensar en la muerte como acontecimiento en que Barbie comienza a perder sus características de una perfección ajustada a los estándares sociales, como analogía de la pérdida de inocencia de cada niña al dejar atrás el mundo fantasioso de las muñecas frente a las evidencias de que en realidad es bastante hostil esta existencia que hemos construido como humanos. Sobre todo, la vinculación entre esta toma de conciencia de la condición finita, termina haciendo, en la película, que aquél mundo ideal también tenga que modificarse y no solamente se quede en una estática visión decepcionada que se arrastre el resto de nuestras vidas.

2) El que haya una Weird Barbie, producto de ese abandono de la fe en las posibilidades de que realmente se pueda llegar a ser Barbie, y que sea este personaje el que tiene el poder de curar y posee el mayor conocimiento sobre el mundo Barbie, su geografía y su funcionamiento. Esto no se trata solamente de una comparación con todas aquellas feminidades alternativas que, al despertar el discernimiento que viene con la adolescencia escogen buscar su propio camino y desarrollar su propio conocimiento. Hay un mundo de weird Barbies, que en la película adquiere sólo la forma de su arquetipo, tal como la Barbie presidenta, las cuales evidentemente también se produjeron en masa pero en Barbieland sólo hay una. Así, tanto la weird como la presidenta no son solamente una en el mundo real, sino que cualquier mujer puede hacer lo que quiera al nivel que lo desee. Tal es parte del mensaje y performance de la película. En todo caso, valdría la pena hacer una crítica anti-capacitista quizá, pues se incluye a la barbie en silla de ruedas en la escena del baile, pero no se incluye a una sin alguna extremidad, lo cual, tal como las barbie intervenidas con plumones o cortes de cabello extravagantes, es completamente común en el mundo real.

3) La discontinuidad de personajes que quedan atrapadxs en el mundo de Barbie como restos de una memoria del consumo incesante y sin piedad repleto de sueños frustrados, sin salida y sin continuidad. Esto evidentemente nos remite a nuestra propia historia, cayendo en cada ocasión víctimas de las modas y los nuevos lanzamientos, hasta que un día esa eufórica máquina de producción consumista termina por consumirnos a nosotrxs, dejándonos prisioneros de nuestros propios anhelos pero sin comunicación con el mundo que avanza y no retrocede. Esos personajes decontinuados somos nosotrxs, las viejas generaciones.

4) La relación entre la Barbie regular y las otras Barbies de diferentes racializaciones, que, en última instancia, se concreta con la madre e hija no blancas que, sin embargo, viven en un mundo blanco. Esto tiene que ver evidentemente con un afán colonizador de Barbie, que extiende sus modelos blancos hacia todo tipo de poblaciones, pero a la vez el conflicto que surge y la confusión de Barbie, cuando cree que es la adolescente su dueña, se trata precisamente de aquella desesperación de la marca por llegar al mercado de nuevas generaciones. Se topa con que estas juventudes no creen y a veces no han creído nunca en Barbie. Tiene entonces la labor de hacer que madre e hija se comuniquen, que tenga un sentido para la hija haber nacido. Barbie es lo de menos.

5) La película juega por momentos con un lenguaje del cine comercial en las persecuciones, por ejemplo, pero, contrario a ver esto omo uno de esos requisitos para infiltrarse, muy bien podríamos apreciarlo como parodia. Donde más se puede ver esto es cuando el director de la empresa productora de la muñeca, al encontrársela de frente le huye, pues sabe que no puede atrapar a Barbie. En ese instante la persecución se revela como falsa y, con ello, se convierte en un guiño a lxs espectadorxs de que no solamente ésta, sino todas aquellas que hemos presenciado en el cine han sido de juguete.

6) El tránsito hacia le mundo real es algo evidentemente surrealista que no se explica en absoluto, simplemente los personajes tienen que tomar todas las rutas posibles y de pronto ya están en el mundo real, y en reversa también funciona. Esto podría verse como un hueco narrativo, como una torpeza o salida fácil. Pero si lo pensamos un poco, efectivamente ese pase entre el mundo real y el mundo imaginario, o bien entre el mundo de las ideas y el material, o entre el mundo mental y el corporal, no es algo que ni siquiera la filosofía en toda su historia ni la neurociencia actualmente han podido dilucidar completamente, ¿por qué le pediríamos a una película que nos explique ese misterio? Lo único que queda al final es, intenta por todos los medios y en un momento simplemente pasará. ¡Esa ya es demasiada información si nos la tomamos en serio!

7) Como crítica al patriarcado hay todo un catálogo de comportamientos masculinos que no pudo sino haber sido escrito por alguien que conoce muy desde dentro los movimientos de despatriarcalización. Esto es un gran logro que aparece como subnarrativa, pero que contiene un potencial altamente incendiario. A pesar de que, para quienes se encuentran muy metidxs en estas discusiones, quizá se trata de una aproximación un tanto básica al feminismo, insertar esto en el ámbito mainstream es algo por lo menos extraordinario ya por sí mismo valioso. Por la manera en que está tratado esta especie de bestiario de comportamientos y tendencias machistas no se trata solamente de una forma de transmitir este contenido a una audiencia no formada en estos temas, sino que muestra sus consecuencias y propone otras posibilidades de salida.

8) El final, ir a lx ginecólogx nos recuerda no solamente la importancia del cuidado en las prácticas feministas, sino aquella frase de Simone de Beauvoir,de que «una mujer no nace, se hace». Barbie podría ser vista, desde unos ojos muy obtusos, como una película terf, que divide el mundo entre hombres y mujeres biológicxs, sobre todo si prestamos atención a esa última escena. Sin embargo, eso no cuadraría en absoluto con la inclusión da una mujer trans, Hari Nef, en el elenco actuando el papel de barbie doctora. Además, recordemos que cuando llegan al mundo Barbie, junto con aquel otro personaje, lo primero que ella declara frente a un grupo de trabajadores es que ni ella ni su acompañante tienen genitales. Por supuesto, esto está basado en la morfología de lxs muñeques, pero también en que efectivamente las ideas no tienen género, pero menos aún las ideas de lxs niñxs, quienes participan del mundo de Barbie con su imaginación. De acuerdo con la lectura de Emily St. James, la última línea de la película tiene que ver con el asumir la existencia humana con todas su vicisitudes, más que con una posición binaria. Será una vez que Barbie decide ir al mundo real, al final del filme, que tiene que tomar también la decisión de hacerse cargo de lo que implica vivir aquí. Así como decidió ir al ginecólogo, pudo haber ido al andrólogo, aunque evidentemente, después de la trama que fue contada, nadie querría ponerse en ese lugar. Ese es el punto.

9) Ya en este mundo real, Barbie es una bárbara en el sentido de que es una extranjera que no comprende ni habla el lenguaje de lxs humanxs. Y, a pesar del maltrato que sufre en sus primeros acercamientos a estos seres, al final decide intentar integrarse, sabiendo que no es fácil lidiar con nosotrxs. Es un mundo bastante defectuoso, comenzando con la existencia y desproporción de hombres en el poder, pero también es un mundo que puede aún aprender algo de esxs otrxs mundxs imaginarixs que cada quien puede engendrar a partir de cualquier tipo de juego u objeto material que cumpla el papel de un juguete. Barbie, al final, es también unx transgénero en el sentido de que desplaza su condición estrictamente anatómica sin órganos reproductivos, que de entrada no cabría en las clasificaciones particularmente médicas actuales, hacia convertirse en lo que su deseo le demanda.

10) Ante el denigrante y asquerosa encargo de hacer una película sobre una marca, Gerwig le da la vuelta y hace que de pronto se convierta en una serte de versión renovada del manifiesto SCUM, en el que los hombres, en el mundo ideal, en primer lugar, sólo existen si la mirada femenina así lo quiere y, en segundo, cuando alcanzan a existir, sólo sirven para satisfacerlas, en todo caso. Barbie, al final, es una excusa que toma la forma de un modelo estereotípico de mujer, para desde ahí permitir que imaginemos cualquier cosa. Por supuesto que podemos hacer emerger una denuncia severa a esos ideales, pero eso sería apenas el principio. A partir de ahí lo que nos queda es la pregunta acerca de qué queremos hacer con esa crítica. Bien es posible que lxs espectadrxs de Barbie queden decepcionadxs al no ofrecer una respuesta absoluta o una alternativa certera para el patriarcado. Tal como lo ha dicho Stephanie Zacharek, puede verse no más que como «un mosaico de muchos  brillantes toques de ingenio sin mucho que decir». Pero quizá es más bien al revés: una obra revolucionaria con algunos toques de conexión con la realidad, los suficientes para provocar su transformación. Si Barbie puede llegar a ser subversiva es precisamente porque los mensajes que da pueden pasar desapercibidos para quien no tiene ojos para verlos ni oídos para escucharlos. 

Categorías Cine, Notas

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