Ai Weiwei en el MUAC: Entre el olvido y la memoria (la ruina)

Esta breve, pero densa exposición, comienza mostrándonos las ruinas de lo que fuera un espacio de esparcimiento de la familia Wang. Lo interesante de este espacio es que inevitablemente nos hace pensar en cómo pudo haber sido este lugar antes y en su sitio originario. Pero lo significativo de extraer esta ruina de esa manera es que nos hace reconocer recuerdos en nosotros mismos, sitios que nos fueron familiares o que inventamos en sueños o en la memoria.

¿Por qué digo esto? Una de las partes de esta construcción nos puede hacer recordar una vieja imagen de una película, de un lugar onírico o, por qué no, la torre de un lugar que frecuentamos: llevar la ruina a otro lugar y quitarle su aura para transportarla a la cotidianidad de la repetición y de la fabricación en serie, quitándole así su estatuto original. Nos lleva a la idea de la imposibilidad de la reconstrucción, pero a la vez a la posibilidad de la recreación (como quizá ocurre ahora con la catedral de Notre Dame). Esto nos lleva a la muy vigente noción de la reproductibilidad técnica que se ve con mayor asomo en el ready made de las 24 tazas de porcelana china que se obtienen a partir de una original. Se trata de réplicas prácticamente idénticas: lo que nos muestra un absurdo en el precio del original y nos hace pensar de nuevo, ¿en dónde reside al aura del objeto? Ambos artefactos arqueológicos nos hacen pensar que entonces el valor aurático se encontraría no precisamente en un original, ya que pueden ser fácilmente reproducidos y sustituidos, –incluso- reconformando al original entero, sino en su individualización como materia que posibilita la emanación de un recuerdo del original a partir de la visibilidad de sus detalles y ornamentaciones. Estos detalles y ornamentaciones reproducidas forman a la reconstrucción del original, y a su vez son vestigios de un original deteriorado y al mismo permiten una reconstrucción a partir de moldes; moldes generados de ruinas que posteriormente quedarán en el olvido.

En los casos materiales la ruina se presenta de modo muy evidente: es un artefacto que conformó a un original, hoy un simple vestigio deteriorado o sacado de su contexto. ¿Pero qué ocurre cuando la destrucción o el deterioro se da en algo que no es un objeto meramente material? Esto es algo que quizás podamos extraer del pensamiento de Ai Weiwei cuando se refiere al sensible suceso de la desaparición forzada de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. ¿Aquí cuál es el artefacto arqueológico? Una ruina es ese artefacto arqueológico que considero que nos permite transitar entre la memoria y el olvido: lo que permanece y lo que se va, lo que queremos recordar y lo que queremos dejar atrás. En el caso de los desaparecidos, ¿dónde se halla la ruina?, ¿cuál es el artefacto? Este tema se ha vuelto tan sensible que sin duda permea a cada mexicano, lo quiera o no, a causa de la dolorosa desaparición de los 43 estudiantes, pero también por todo lo que este acontecimiento nos ha revelado: la ineficacia de las instituciones, del Estado y el terrible resquebrajamiento de una sociedad.

¿Una sociedad o un simulacro de sociedad? Más bien lo segundo, si las instituciones –quizá empezando por la familia, como dirían Marx y Engels– ya no nos sirven y ya no nos responden, ¿para qué las seguimos teniendo?, ¿qué queremos aparentar?, ¿qué encubrimos o qué no queremos encarar?, ¿quién está creando este panóptico? Las autoridades no pueden responder, las instituciones jurídicas ya no colaboran para lo que debería ser no una colaboración, sino la función para la que fueron creadas. No hay rendición de cuentas, todo es un simulacro. No existe un respeto por los ciudadanos, pero vaya, ¿hay ciudadanos?, ¿sabemos lo que nos corresponde?, ¿sabemos cuáles son las obligaciones que tenemos o sólo pedimos derechos sin conocerlos tampoco? Esta situación es reveladora y terrorífica. No existen garantías básicas: las instituciones son de cartón. Cada mexicano ha sufrido el crimen, la delincuencia y lo que es peor aún: la impunidad. No existe quizá ninguno dentro de este territorio que no conozca la injusticia y la impotencia en carne propia, salvo quizás los que la ejercen día tras día sin ningún remordimiento. No importa quién esté a cargo, este esquema sigue reproduciéndose y no parará, cada vez es peor: el mecanismo se reproduce y crece tomando formas previamente insospechadas. El caso de los 43 es sólo, tristemente, uno de tantos de incontables desaparecidos, ejecutados y violentados por el «crimen organizado», que al parecer es la única institución servible en este Estado fallido donde todos hemos visto el crimen con ojos propios en sus diversas y atroces formas.

Entonces, a la pregunta de cuál es el artefacto que nos permite transitar entre la memoria y el olvido cuando la ruptura no es material, podemos decir no sin dolor, esa ruina es el último de los dones de la caja de Pandora: la Esperanza.

1 comentario en “Ai Weiwei en el MUAC: Entre el olvido y la memoria (la ruina)

  1. María de la Luz Carrillo Romero abril 30, 2019 — 7:20 am

    Hablar de la injusticia que atosiga a cada ciudadano es necesario porque callar favorece el olvido y mutila las formas de resolver o enfrentarlas. Me parece una reflexión intetesante ante la pavorosa situación que vivimos. No petder la esperanza es lo que propone acertadamente la autora. Felicidades.

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