Sofofilia: la nueva enfermedad de la juventud

Hay que distinguir entre la filosofía y la sofofilia. Por una confusión entre ambos tipos de padecimiento, hay una gran cantidad de personas que se están dejando llevar por la acumulación de datos sin sentido, creyendo que eso es la filosofía, cuando en realidad no son sino parásitos de ella. La sofofilia es la apropiación de la filosofía como moda. Para que la humanidad llegara a desarrollar un padecimiento como éste a nivel masivo ha tenido que llevarse a cabo un desenvolvimiento histórico de gran escala del que es necesario dar cuenta.

La sofofilia es un tipo de padecimiento de aquellos que no pueden encontrar refugio en otra cosa que no sean los datos y la información. Gracias al desarrollo de internet, todo tipo de datos se han vuelto accesibles, por lo tanto, los eruditos y expertos han proliferado también. Hay eruditos en todo actualmente; en música, en libros, en religiones o sectas poco conocidas, en sustancias psicoactivas, en series de televisión, etc. El sofofílico es aquél que ante el devenir incomprensible de la vida no puede más que dejarse llevar por el atractivo de la acumulación de datos y entonces desarrolla una capacidad extrema para contenerlos y expulsarlos de su cuerpo bajo pretexto de cualquier ocasión de angustia social. El individuo afectado por este tipo de padecimiento cree estar salvándose del absurdo de su propia vida llenándola de información de todo tipo. La cultura, como siempre, se vuelve un buen refugio para salvaguardarnos del amenazante mundo salvaje del sinsentido. Esto no es nada nuevo. Sin embargo, lo que sí podría ser inédito, es que su contracara, el malestar que trae consigo todo desarrollo de cultura, se convierta en una enfermedad a gran escala propagándose de forma viral como una plaga, una peste, una epidemia.

(Gesto de sofofílico:) Aunque Nietzsche, desde el siglo XIX ya había catalogado a su época como una en la que reina aquella parte apolínea de la cultura, dejando atrás con ello a la vida misma, hoy habría que agregar al menos dos giros a su visión histórica. El primero es que gracias a las tecnologías de la información, este padecimiento se ha vuelto irremediablemente global. El segundo es que ahora el mismo Nietzsche y cualquier otro filósofo, por más radical u opositor que pueda ser ante este régimen, no puede tener otro destino que el de convertirse en un dato más dentro de la red de informaciones que envuelven a la Tierra. En otras palabras, una vez que la humanidad ha alcanzado este grado de comunicación en que todo está conectado, ya no es posible pensar fuera de esta estructura para ponerlo todo en duda otra vez, sino que cualquier pensamiento no puede ser sino parte del mismo dispositivo cultural. Es cierto que Heidegger a esto le había llamado «superación de la metafísica». Y, sin embargo, lo más importante en lo que tratamos de decir ahora es que el mismo Heidegger no es sino parte de ya de esta superación. Es decir, resultó tragado por su propio pronóstico, igual que Nietzsche.

Los síntomas que acabamos de enunciar en el párrafo anterior, nos hablan pues, de una enfermedad de la que este mismo texto forma parte. La enfermedad es inevitable, la decadencia forma parte de la vida también. Pero eso no quiere decir que no tenga su parte positiva. Recordemos que la erudición es apenas un primer grado de conocimiento. Ante esto habrá que distinguir entre la información y el saber. No es lo mismo tener información sobre algo que saber algo. Es ahí donde se encuentra la pequeña diferencia entre filosofía y sofofilia. Una diferencia casi, o quizá totalmente, imperceptible. Algo que no se puede llega a discernir a través de ningún aparato o método, y que no tiene garantía tampoco de salvación. Se podría decir, incluso, que forman parte del mismo fenómeno social como dos caras de la misma moneda. La sofofilia se puede tornar en filosofía en cualquier momento y viceversa. Por ello, no hay que temerle a la sofofilia, al menos no más que a la filosofía o a la vida misma.

No se trata aquí de una descalificación clásica por lo nuevo ni de una advertencia moralista y nostálgica acerca de que el pasado era mejor. Al contrario, se trata de una exhortación a abrazar la sofofilia como venga, aceptando que quizá lo único que queda es tratar de sacar provecho de ella, en pro de una supervivencia de la filosofía; no porque la filosofía sea algo original o perdido, no porque esté a punto de olvidarse o aniquilarse, sino al contrario para dar cuenta de que siempre ha estado en este punto de quiebre. No somos la primera ni la última generación en cuanto a esto. Con la sofofilia también se abre la posibilidad para la postfilia. Una de las grandes lecciones de la moda es que siempre se termina en algún momento, pasa de moda. La filosofía como moda también tendrá su fin. Por ello, no nos queda de otra más que dos cosas: 1) Aprovechar mientras está de moda, no sólo en un sentido práctico para venderla e intentar vivir de ella, sino también para hacer realmente filosofía (sea lo que sea que entendamos por eso). Y 2) prepararnos desde ahora para el momento de su caída.

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2 comentarios en “Sofofilia: la nueva enfermedad de la juventud

  1. Mas bien parece que les preocupa que sus lugares y posiciones sagradas sean vulnerados con el gradual y creciente acceso de las personas al pensamiento y /u oficio sociológico. Y se escucha y lee supermamador.

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  2. Te pinchaste al final.
    Pienso que no que mencionás es «una» filosofía, pero como a veces confundís el término lo que decís se pierde en una introspección. No te olvides que el positivismo también es una filosofía,actualmente de moda.
    Saludos! Buen post.

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