MANIFIESTO POST-FILIA

Post-filia, como el nombre lo indica, quiere decir «después del apego». Otros podrían decir: después del amor. En realidad da lo mismo si se entiende la palabra «amor» en sentido amplio. Vivimos en tiempos difíciles para cualquier tipo de apego; nos desintegramos.

Nicolas de Cusa decía que el amor es todo lo que une. Pues bien, ahora todo tiende a separase.

En el siglo XIX, el último periodo en el que aún se podía hablar de la totalidad del mundo como un «sistema», un filósofo como Herbert Spencer daba cuenta de la constante, permanente e imparable heterogeneización de todo lo existente. Hoy es un hecho que todo es heterogéneo, no hay ley universal más que la falta de ley. Ésa es nuestra aporía de todos los días.

«Filia» puede ser entendido como amor y apego, pero también como obsesión y compulsión, incluso como una depravación, así pasa cuando hablamos de parafilias –como la pedofilia o la zoofilia. Pero todos tenemos filias no reconocidas. La filosofía es otra especie de filia. Vagamos de una filia a otra, intentamos cubrir nuestras filias más oscuras con otras más socialmente aceptables. Pero es un hecho que en ese transitar de una filia a otra ya no estamos seguros de qué es lo aceptable. Ni tampoco si lo aceptable es lo más recomendable. Pasamos de machismos a feminismos y veganismos. Pero en el fondo sabemos que todo «ismo» es un disfraz. Y esperamos el próximo movimiento cultural que se encargue de mover a las masas, pero ya no para unirnos ciegamente a él, sino sólo para críticarlo y tener de qué burlarnos. En tiempos de la post-filia ya no vale la pena engancharse con creencia alguna. Sabemos que todas son un fraude. Y aún así no podemos evitarlo: nos encantan. Gozamos con ellas. ¿Acaso habría otra salida?

En tiempos de la post-filia, las relaciones amorosas y el sexo se comienzan a vivir de otra manera. En el siglo XX ser infiel, polígamo o ejercer la sexualidad «libremente» era revolucionario. Ahora es la norma. En el siglo XX se denunciaba  la hipocresía del matrimonio, se mostró la falacia de la relación de pareja que vivía «feliz para siempre». Nadie lo creyó nunca, pero todo el mundo hacía como si lo creyeran. Ahora lo más revolucionario será mantenerse firme en la monogamia. Lo revolucionario será lo que fue la norma. Ante tal atrevimiento se pondrán en marcha infinidad de mecanismos de todo tipo, comunicacionales, políticos, incluso biológicos y hasta religiosos, para evitarlo. La monogamia pasará de moda muy pronto. Pero la venganza post-fílica será cumplirla esta vez como nunca se hizo antes. No porque se crea ciegamente en aquella fantasía de las películas hollywoodenses del siglo pasado, sino precisamente porque en esta ocasión habrá que inventarse cualquier excusa para creer en algo y seguir renovando el fantasma que de todos modos nos atraviesa.

En tiempos de la post-filia, el dinero será lo de menos. Hemos aprendido que de todos modos va a haber capital en todos lados. No podemos luchar contra él. De hecho, el dinero, como consecuencia de la dinámica del capital, no es otra cosa más que la manifestación de nuestros apetitos no cumplidos. Muéstrame cuánto dinero tienes y te diré cuántas filias tienes escondidas. El capital, se decía a finales del siglo pasado y principios de éste, tiende a tragárselo todo, a  mercantilizarlo todo. Ahora sabemos que no es el capital, sino el fetiche, entendido en el sentido más pervertido posible. La industria nos engañó una, dos, tres, cuatro, mil veces, pero no una más. El último refugio del aura después del pop van a ser los deseos ocultos. Mientras no nos hagamos cargo de ellos seguiremos comprando.

Adictos a nada, hemos probado todas las drogas y sabemos que todas son una estafa. Nada nos va a salvar ni a transportarnos a ningún otro mundo. Autismo, anonimato e ignorancia voluntarias: lo que caracteriza a la post-filia es la invención de la nada exacerbada. En tiempos de la post-filia, la rebeldía ya no es cool. Ahora ni siquiera buscamos ser cool ni aceptados por todos. Hoy damos cuenta de que ser crítico, subversivo y políticamente incorrecto es lo más políticamente correcto. De los amoríos y aventuras que duraban un día o una noche, hemos pasado a micro-obsesiones, nano-apegos, mini-fascinaciones. Podemos volvernos fans de algo por una hora. Internet ha permitido que aprendamos todo sobre alguna corriente artística que duró años en construirse en tan sólo unos minutos. Sabemos que la salida no es crear nuestro propio «ismo», ni nuestro propio manifiesto. Y aún así lo hacemos. Es una forma de ejercer una resistencia sin apego. Nadie cree en nada, pero algo tenemos que hacer. De algo habrá que morir. Algo se tendrá que decir de nosotros. No buscamos nada, pero eso no quiere decir que no encontremos nada. El único recurso posible ahora es no temerle a lo que venga, aún con que sepamos que lo que viene no puede ser una cosa distinta de lo que ya hemos conocido bajo cualquier cantidad de saberes que van desde la religión, el arte, la ciencia o la filosofía, hasta la superchería, la magia, el psicoanálisis o la ficción. Todos estos saberes, por supuesto, tienen lo suyo. Pues bien, la post-filia hará uso de ellos sin apego a ninguno. Sin berrinches, sin identificaciones, a menos que ésa sea tu filia del momento. Por lo tanto, no más manifiestos, amén de que sepas que tu manifiesto, como todos los demás, no ha podido manifestar nada más que lo que de todas formas se iba a manifestar de otra manera.

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